Corazones

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De todas las escenas que su mente había elegido como probabilidad, la imagen que estaba frente a ella, estaba completamente descartada. Su paciente ahogándose en sollozos, mientras se aferraba a una persona que reconoció de inmediato.

La persona cuya fotografía había visto en aquellos archivos. La misma persona que había visto en varias fotografías y videos, mientras revisaba las cosas en la laptop del chico de ojos azules. Era esa misma persona a la que Zareck se estaba aferrando fuertemente en esos momentos, mientras se ahogaba en sollozos.

La persona que quizás estaba buscando.

 —Que lindo, — dijo con tono firme desde la entrada de la puerta. Sus palabras causaron efectos en ambos chicos. — Admito que esto no lo esperaba, — Zareck levantó la mirada y los ojos azules, llenos de lágrimas, la miraron fijamente.

—¿Quién es usted? — preguntó quien abrazaba a Zareck, y la miró.

Ariadne estaba segura de que su mirada podría paralizar a cualquiera, pero la rabia le subía por la venas en esos momentos al ver como Zareck buscaba refujio en esa persona.

Sin embargo, el reflejó en los ojos de Zareck, que fue sumamente breve, le hizo saber que el oji azul estaba aterrado. Y aún así se esataba aferrando a esa persona.

—Soy la psiquiatra de Zareck, — le dijo, mientras sus manos se hacían puños. — Aunque, imagino que las presentaciones están de sobra. Creo que sabe que solamente los médicos pueden pasar... — hizo una pausa y analizó brevemente la situación. — Así que, le voy a pedir que se retire. Y no intentes decirme que eres médico, porque sé que no lo eres.

—No me iré, — pero la mirada de Ariadne lo congeló en su sitio. — No me iré sin Zareck.

Ariadne apretó tantos los puños, que estaba segura de que aquello dejaría marcas en forma de media luna en la palma de sus manos.

—No es él, Ari, — le dijo Zareck en a penas un susurro. — Ari, no es él.

Su mirada ambarina se dirigió hacia el chico de cabellos oscuros.

—Jaith McCall, — pronunció sorprendiendo a quien llevaba la gabacha.

—¿Cómo sabe...? — pero Ariadne lo interrumpió.

—Sé quien eres, — le dijo Ariadne. — Aunque, en estos instantes tengo mis dudas.

—Ari, — miró a Zareck quien intentaba convencerla.

Ariadne ya tenía una pequeña hipótesis circulando por su cabeza y si la persona que estaba frente a ella, era quien pensaba, entonces todo lo que estaba sucediendo se limitaba a un simple juego.

—Me gustaría hablar con usted, — dijo Ariadne, deshaciendo los puños que habían formado sus manos inconscientemente. — Creo que podrá responder algunas de mis preguntas.

No podía juzgar al chico tan apresuradamente. Debía mantenerse apegada a la ética, aunque deseaba una respuesta rápida.

—¿Y si me rehuso? — preguntó, alejando un poco a Zareck de él.

—Entonces, puedes asegurarte de que no volverás a entrar a este hospital, — sabía que tenía el control con esas palabras. Estaba segura de que podía conseguir algunas cosas que el tío del chico no fue capaz de contestarle.

—Jay, — pronunció Zareck, esbozando una sonrisa no tocaba sus ojos. — Por tu seguridad, vete y no regreses.

Pero, Ariadne captó las emocione en los ojos profundos de Zareck. Terror y miedo.

—No me iré, — le dijo y lo miró. — Sé que no fuiste tú. Tú no pudiste haberlo hecho, — el chico de cabellos oscuros había tomado a Zareck por los hombros y lo sacudía suavemente, para hacerle entrar en razón. — Puedo sacarte de aquí, pero tienes que decirme quién lo hizo.

Sonatilla De Muerte(Libro N°1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora