Josy bostezó cansada. Era sábado y había llegado tan sólo un momento después de que Kyle abriera la tienda. Solamente se saludaron con un simple “Buenos días”, sin ninguna clase de contacto visual.
Kyle pasó los últimos días sintiéndose culpable por lo que había ocurrido con Josy aquella vez. Y esos ojos azules, penetrantes y oscurecidos, no habían podido salir de su cabeza. Josy generalmente sonreía, y esos ojos suyos siempre brillaban. Pero habían dejado de brillar en su dirección. Y se arrepentía.
—Jake me dijo que enfermaste recién —comenzó dándole la espalda—. ¿Estás mejor?
—Lo estoy. Gracias —respondió cortante, haciendo que Kyle se tensara.
—Josy...
—¡Buenos días! —entró Jacob sonriente.
—¡Buenos días, Jake! —la sonrisa de Josy apareció, llena de dulzura.
—Buenos días, jefesito —saludó a Kyle con una linda sonrisa. El rubio suspiró y trató de sonreir.
—Buenos días, Jake —dio un par de palmadas en su espalda y luego se dio la vuelta dispuesto a entrar a la oficina. Justo en la puerta, paró y miró a Josy de reojo—. Josy...
—¿Sí? —dijo sin verle.
—Cuando tengas tiempo, tengo que hablar contigo. Así que, por favor. Pásate por mi oficina en algún momento libre.
Kyle cerro la puerta suavemente y se acomodó en la silla soltando un pesado suspiro.
—¿Qué se supone que debo hacer en esta situación? —se pasó una mano por el cabello. Se recostó y posó su mirada en el techo.
Unas ojeras bastante prominentes se posaban debajo de sus ojos claros. No sólo el tema de Josy lo tenía enloquecido. Sino también el tema de Ethan.
La piel se le puso de gallina al pensar en él. Ese hombre estaba ocultando algo. Pero Kyle realmente no quería saber qué era.
O tal vez sí.
Pero le asustaba saberlo.
Alguien que podía comunicarse telepáticamente, además de leerle los pensamientos, era alguien al que Kyle prefería no acercarse demasiado. Sin mencionar lo amenazante que lucía el pelinegro.
¿Tal vez simplemente estaba enloqueciendo?
Probablemente.
O probablemente no.
Lo único que sabía era que él y Josy parecían llevarse demasiado bien. Últimamente él era quien la estaba llevando a casa. Y antes de irse, le lanzaba una mirada de superioridad. Ya se había acostumbrado a ello. Aunque no dejaba de molestarle, de todos modos.
La campanilla de la tienda sonó y Kyle se asomó por la persiana.
Ethan.
—Maldita sea. —susurró irritado.
El muchacho le regaló una sonrisa a Josy. Le dijo algo, haciendo que ella se sonrojara y pusiera nerviosamente un mechón de cabello detrás de su oreja.
—Tengo que hablar con ella —susurró alejándose de la ventana y volviendo a su silla—. Quiero al menos solucionar las cosas.
Josy le sonrió a Ethan cuado éste había cruzado la puerta. Se veía igual de atractivo que siempre. Lo mismo pensó él de ella. Ese ridículo uniforme la hacía ver adorable.
Ethan había estado muy pendiente de Josy desde que Bernhard se había aparecido en aquella oportunidad. Hasta el momento, todo parecía ir normal. Pero de todos modos estaba algo preocupado. Pues, obviamente, Ethan no podía estar todo el tiempo con Josy. Él tenía que trabajar, pero siempre que podía, le daba una o dos visitas nocturnas a la chica.
La primera vez se sintió algo extraño, pues tenía varias semanas sin entrar a su habitación en mitad de la noche. Además de ello, se sintió preocupado al ver que nuevamente, Josy sufría de pesadillas. Que siempre se acababan a las tres y media.
Mientras dormía, susurraba «Flamas, bellas flamas», y poco después despertaba.
Aquello, a Ethan le preocupó un poco. Las veces anteriores, Josy se veía totalmente tranquila. Pero al parecer, las pesadillas habían vuelto a atormentarla. Y para su desgracia, Ethan sabía que eran culpa de él. De alguna forma.
—¡Ethan! —lo llamó Josy sacándolo de sus pensamientos. Él pestañeó un par de veces y la miró—. Llevo como cinco minutos llamándote —se rió ella entregándole el café.
—Lo siento —se aclaró la garganta—. Muchas gracias —Josy le sonrió de lado y asintió. Se dio la vuelta y regresó al mostrador.
Ethan daba pequeños golpecitos con su pierna. Miró por la ventana un par de minutos, cruzando la vista con un montón de extraños.
De repente, la campanilla de la tienda sonó. Ethan sintió la presión subir cuando vio aquellos mechones rubios y aquella pequeña figura desplazarse frente a él. Sus ojos se abrieron como platos e impulsivamente se levantó de golpe.
—Buenos días, señorita —la saludó el muchacho—. Quiero un americano helado —Ethan cayó bruscamente en su asiento, llamando la atención de Josy. Cuando ésta lo miró, él negó con la cabeza rápidamente. Los penetrantes ojos azules de su hermano menor también se posaron en él, y una sonrisa cínica se dibujó en su bello rostro.
—Enseguida. Puede tomar asiento mientras está listo —sonrió amablemente ella. Bernhard asintió devolviéndole la sonrisa y se dio la vuelta después de pagar. Caminó hacia la mesa en la que Ethan estaba y se sentó frente a él.
—Buenos días, hermano —dijo lo suficientemente fuerte para que Josy pudiera oírle. Ella ladeó la cabeza y el pelinegro la observó. Conociendo esa mirada interrogante. Él sólo le sonrió levemente y ella desvió la mirada con las mejillas rosadas. Bernhard apretó los dientes—. Incluso conmigo aquí, eres una escoria, Ethan —dijo entre dientes.
—Buenos días, Bernhard —reapondió—. Tu lengua es igual de filosa que siempre.
—Mira quién habla —se rio con ironía—. Sabía que iba a encontrarlos a ambos aquí —ladeó su cabeza y soltó una pequeña risa tomando la mano de Ethan sobre la mesa—. Estás muy callado. ¿Te has asustado?
—De ningún modo —apartó la mano suavemente—. Te he dicho que no vas a acercártele —los ojos negros de Ethan, taladraron el alma del menor. Sintió como su garganta iba cerrándose poco a poco y el aire comenzaba a faltarle.
—Aquí tiene —llegó Josy con el café y lo dejó frente a Bernhard—. Espero que lo disfrute —le sonrió. Ethan dejó que su hermano respirara.
—G-Gracias —exhaló tomando tembloroso el vaso. Josy sonrió y miró a Ethan de la misma forma. Él le regaló una linda sonrisa de vuelta y ella se encaminó al mostrador—. Mierda —susurró.
—¿Decías algo? —Ethan volvió a mirarle—. ¿O quieres que lo haga de nuevo?
—Maldito loco —se levantó tomando el vaso—. Yo te he dicho que no voy a permitirle vivir.
Bernhard se dio la vuelta tambaleándose un poco y salió de allí con rapidez. Se escondió en un pequeño callejón. Su pecho subía y bajaba pesadamente. Aún podía sentir la presión que Ethan ejercía sobre su cuello, sin siquiera ponerle un dedo encima. Tocó su pecho y apoyó la espalda en la pared.
—Ethan, no pienso rendirme. Jamás —susurró lanzando el vaso de poliestireno al suelo con bastante brusquedad—. De ninguna manera.
Y desapareció de ahí. Como si nunca hubiese estado.
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FLAMES [LIBRO I: THE DEVIL LOVES TOO] (EDITANDO)
Teen Fiction"The Devil Loves Too" La ciudad de Los Ángeles está siento azotada por un asesino serial que la policía sigue sin poder localizar. De todo se intenta, pero él no parece dejar rastro alguno. Josy Gallagher, conocerá a un chico que pondrá su mundo de...