Capítulo 23

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—Ethan —dijo Josy casi en un susurro—. ¿Puedo preguntar algo?

—Adelante, pequeña —respondió él, acariciando su cabello.

Hacía alrededor de dos semanas desde que había ocurrido lo de la otra vez. La herida, el beso... Todo.

Josy estaba confundida. Pues Ethan no le había pedido salir oficialmente. Sin embargo, casi siempre estaban juntos, salvo por las noches, en las que Ethan siempre debía salir.

El muchacho era una persona muy reservada y misteriosa. De cierto modo, esto a Josy, le incomodaba.

Sin embargo, él, con aquella linda actitud, la hacía olvidar todo.

Pero sinceramente las dudas estaban creciendo en su cabeza y hasta le quitaban el sueño.

Empezó por algo simple—. ¿Cuál es nuestra relación? —preguntó sin mirar a Ethan y sintiendo como su cuerpo se tensaba.

Relación —pensó el muchacho—. Me encantaría saberlo.

Ethan se negaba a pedirle algo serio a Josy. Porque sabía perfectamente que aquello no iba a beneficiarle a ninguno de los dos.

Pero los ojos de Josy le miraban atentos, llenos de dulzura. Y lamentablemente Ethan no podía matar ese brillo.

—Bueno —comenzó aclarándose la garganta. Se separó de Josy y la miró a los ojos—. Tampoco tengo eso muy claro —le dijo algo avergonzado. Cerró los ojos con fuerza y luego volió a mirarla—. ¿Te gustaría salir conmigo?

Por favor, dime que no —pensó el muchacho.

Sin embargo, la sonrisa que Josy le había regalado le había indicado que ella respondería lo que él no deseaba escuchar—. Bueno, aunque primero me gustaría preguntar algo más —Ethan suspiró, tratando de no parecer demasiado aliviado con aquella respuesta. Aunque sentía que la siguiente pregunta sería peor.

—¿Qué es?

—Pues —empezó jugueteando con sus dedos—. Hay muchas cosas que no sé de ti. Aunque nos conocemos hace ya varios meses.

Ethan volvió a sentirse tenso. ¿Ahora qué iba a sacarlo de aquella situación? No había forma de poder escapar de la curiosidad de Josy.

—¿Qué quieres saber? —se limitó a decir, con una sonrisa de medio lado. Josy lo miró a los ojos y sus mejillas se pusieron rojas.

—¿Por qué no me dices tu apellido? —comenzó por lo bajo—. La verdad ha sido duro para mí no saber cuál es. Además de ello, no sé mucho de ti, en general. Sólo sé tu primer nombre, y tu edad. Es una información muy reducida en cambio a lo que tú sabes de mí.

Ethan suspiró. Esas preguntas parecían haber querido salir por un largo tiempo. Se dejó caer en el sofá—. Mi padre no me dio un apellido. Él tampoco tiene uno —dijo suavemente—. Mi madre murió cuando me dio la vida —continuó—. Mi abuela cuidó de mí, hasta que murió. He usado el apellido de mi madre, el que le dio mi abuelo al que nunca conocí. Pero siento que no merezco usarlo. Así que siempre que puedo, trato de evitarlo.

Josy se acomodó con las piernas cruzadas—. Ethan —comenzó apoyando su cabeza en el hombro del pelinegro—. Me gustaría decirte que te comprendo. Sin embargo, no es así —suspiró—. Pero sí puedo decirte una cosa... A tu madre le encantaría ver que lleves su apellido. Porque ella te ama, dondequiera que esté.

Ethan estaba petrificado. Aquello era peligroso. Josy estaba tocando hasta el punto más recóndito de su alma, usando simples palabras que flotaban por el aire con una dulzura inigualable.

—Evans —susurró el muchacho mirando al techo. Josy lo miró de reojo—. Mi nombre es Ethan Evans.

—Evans —sonrió Josy—. Te queda bien.

Ethan la observó atentamente a los ojos. Sin entender cómo era que aquella simple chica llamada Josy Gallagher pudiera causarle tantos sentimientos diferentes de un momento a otro.

—¿Es así? —preguntó devolviéndole la sonrisa—. Puedes llamarme así entonces. Pero no te excedas —Josy soltó una risilla.

—No lo haré. Supongo que no estás muy acostumbrado a oír ese apellido.

—Absolutamente. De verdad siento que nunca ha sido mío.

—Pero lo es —la mirada de Josy fue bastante intensa, penetrante—. Siempre lo ha sido, Ethan.

Él desvió su mirada y cerró los ojos—. No pongas esos ojos en mi dirección —trató de sonar tranquilo. Aunque verdaderamente aquellos ojos azules le habían taladrado el corazón.

—¿Te sientes intimidado por mí? —preguntó Josy divertida sentándose a horcajadas en el regazo de Ethan.

—¡Qué va! —volvió a mirarla—. Josy —gruñó—. No hagas esto —acarició su cintura—. Por favor —las mejillas de la muchacha se pusieron tan rojas como un tomate—. No voy a poder resistirme.

—¡Lo siento! —se bajó avergonzada. Ethan recostó su espalda en el sofá y soltó los primeros dos botones de su camisa.

—Gracias —susurró cerrando los ojos—. ¿Me traes un vaso de agua? Por favor.

—Enseguida —besó su mejilla aún llena de vergüenza y se alejó de allí.

—Maldita sea —susurró el muchacho pasándose una mano por el cabello—. Esto es definitivamente malo. Debo controlarme —finalizó.

Ethan sintió la familiar sensación de Bernhard andar por ahí, a la que lamentablemente ya se había acostumbrado. No había visto al rubio desde la última vez, pero siempre le sentía peligrosamente cerca. Habían pasado ya varios días. El pelinegro en ningún momento dejó de vigilar a Josy para saber que ella estaba bien. Todo aquello le había vuelto más difícil su trabajo. Puesto que pasar mucho tiempo lejos de Josy le ponía los nervios de punta. Porque Ethan sabía perfectamente que su hermano no era rival para él; que si se enfrentaban en algún momento, sería Ethan el que se terminaría llevando la victoria, inevitablemente.

Pero si a Bernhard se le ocurría hacerle algo a Josy mientras el mayor estuviera lejos, su pequeña terminaría rota y destrozada. En todos los sentidos posibles.

Y por supuesto que Ethan no deseaba que aquello ocurriera.

Así que no le quedaba de otra...

Debía bajar, nuevamente.

FLAMES [LIBRO I: THE DEVIL LOVES TOO] (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora