¿No pensarás ir tras ellos?

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—¿Hacia dónde? ¿Adónde se la llevó? —preguntó Thranduil, el tono urgente no admitía demora. Se había erguido en toda su estatura y miraba insistente a su hijo. Si Azog se la había llevado no era con intención de matarla, la quería para otra cosa más terrible, intuyó estremecido de pavor. No pensaba rendirse, si hiciera falta recorrería toda la Tierra Media hasta encontrarla.

Legolas agrandó los ojos.

—¿No pensarás ir tras ellos? —cuestionó, estupefacto. ¡Era una locura! Las guaridas de los orcos eran innumerables, bien podría habérsela llevado a Mordor. Y puede que a esas alturas ella ya estuviera con los Valar.

—¿Qué dirección? —Thranduil no gritó, pero su voz era un carámbano de hielo que Legolas no pudo obviar.

—Hacia el este, ada. Pero lo más seguro es... —intentó razonar

Thranduil lo interrumpió y empezó a impartir órdenes, con severidad:

—Que la milicia que está aquí siga buscando por todos los rincones, quizá lo que viste no era ella y no voy a irme sin averiguarlo. Envía un mensajero al bosque y que se prepare una dotación de dos legiones de soldados. Partimos hacia el sur, haremos un barrido del territorio hasta Dol-Guldur. Si no está allí, continuaremos hacia Mordor —instruyó al tiempo que echaba a andar con inamovible determinación. Sentía la garra de la muerte asediarlo otra vez y el corazón se le encogía, sin sangre, al pensar en el destino de Eldrïel. ¡No! ¡No esta vez! La rescataría costase lo que costase.

Legolas siguió a su padre, atónito. Su progenitor no actuaba por impulsos, no arriesgaba su reino. Prefería aislarse y que los demás bregaran con el mal que campaba por el mundo. ¿Qué habría ocurrido para que ahora se mostrara tan emprendedor? Aunque no siguió cuestionándolo, él nunca compartió la idea del rey de recluirse, prefería combatir el mal cara a cara. Aún cuando pensara que era una empresa inútil pues creía con firmeza que Eldrïel debía estar ya muerta o a poco lapso de estarlo. Jamás podrían llegar a tiempo de salvarla estuviera donde estuviera, y dudaba mucho que la pudieran encontrar. Los huargos eran casi tan veloces como un águila campo a través, nunca los alcanzarían.

—Monta un campamento para los capitanes junto al Arroyo sombrío. Ah, y ordena que ensillen a Cunneryn* y que me lo envíen de inmediato —siguió disponiendo el rey. La adrenalina fluía veloz por sus arterias ante la desesperación que lo quebraba.

Habían abandonado la gruta de las columnas y avanzaban ahora por los pasajes en ascenso, hacia el puente de Khazad-dûm. Legolas mantenía con facilidad el raudo paso de su padre por la suma ligereza con la que él mismo se desplazaba y pronto estuvieron frente al estrecho paso de piedra.

En ese momento venía hacia ellos un grupo de soldados, Legolas se alegró al ver a Tauriel entre ellos y aprovechó para impartir las órdenes de su padre.

En ese momento venía hacia ellos un grupo de soldados, Legolas se alegró al ver a Tauriel entre ellos y aprovechó para impartir las órdenes de su padre

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—Haz correr la voz entre los capitanes: hay nuevas órdenes. Que la dotación siga registrando la Mina en busca de Eldrïel —ordenó, riguroso. Paseó la mirada sobre los demás soldados y se fijó en el más joven. Un elfo de solo quinientas primaveras. Era muy determinado, audaz y lo que era más importante: era el más veloz que jamás había conocido Arda—. Trennilion, debes regresar de inmediato al bosque con la orden del rey para Orgalin, el jefe de la guardia: Debe pertrechar dos legiones más, y disponerlos para la guerra contra los orcos. Y luego regresa aquí con Cunneryn, ensillado, para el rey.

Tauriel y los demás agrandaron los ojos con asombro. Los de la capitana, de cabellos rojos como el alba, relucieron de alegría. ¡Por fin pasaban a la acción!

Thranduil cruzó el puente con rapidez, sin esperar

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Thranduil cruzó el puente con rapidez, sin esperar. Sabía que la vida de Eldrïel solo valía el tiempo que Azog necesitara para cansarse o aburrirse de ella. Era imperativo que la encontraran cuanto antes, el recorrido de Anar* en el cielo corría en su contra. Legolas terminó de impartir las órdenes, Tauriel se internó otra vez en Moria junto a varios de los elfos que la acompañaban, y Trennilion acompañó al capitán general hacia el exterior, siguiendo al rey. A los pocos segundos salían por la puerta este de Moria, a la débil luz del amanecer.

Thranduil había avanzado con agilidad por las rocas que cubrían el valle de Azanulbizar. Inspiró una honda bocanada de aire fresco, harto del viciado ambiente del interior. Contempló unos segundos el alba en el horizonte, sin poder olvidar la mirada aterrorizada de Eldrïel mientras los orcos se lo llevaban de su lado; en ese momento ella temía por él, sin saber que era su propia vida la que estaba amenazada. Sentía el corazón encogerse por un terror profundo, conocido, lleno de vacío y culpa y se ahogaba en él. Abrió la boca en un intento de aportar oxígeno a sus pulmones, apretó las manos en sendos puños, furioso consigo mismo. Era el momento de pensar en ella. Determinado a no fallar esta vez, se volvió hacia su hijo e impartió nuevas órdenes.

A las pocas horas se había montado un cuartel general desde el que Thranduil dirigía a la legión de elfos que registraban Moria en busca de alguna señal de Eldrïel, al mismo tiempo que esperaba que el ejército saliera por los portones del reino y se reuniera con ellos. La impaciencia lo asediaba, pero la controlaba, férreo. Si se dejaba llevar por esta podía cometer un error fatal en su precipitación y perder el poco terreno que ganara.

Mandó exploradores en avanzadilla para que persiguieran el rastro que dejara Azog, en varias direcciones con el fin de cubrir el máximo terreno posible.

Sabía que Legolas no entendía muy bien sus razones para movilizar al ejército por una elfa que ni siquiera pertenecía a la comunidad del bosque, pero no lo cuestionaba ni hacía preguntas; como siempre era leal hasta la médula. En la tienda desde la que dirigía las operaciones sintió un nuevo ramalazo de orgullo hacia él, la única luz en su oscuridad. El amor y el orgullo que le inspiraba ese muchacho no tenían medida. 

En ese instante entró un capitán para exponerle los avances que estaban haciendo en Moria.


*Príncipe del Bosque

*Sol

Eryn GalenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora