Epílogo

254 15 1
                                    

Levantó la cabeza aturdido y miró la rendija de la puerta por la que se filtraba algo de luz. Añoraba una ventana en aquel cubículo subterráneo donde poder ver el cielo estrellado y la luna blanca. Necesitaba contemplar algo que ella también observase y de alguna forma estar conectados.

No obstante, lo máximo que alcanzaba a ver en aquella celda era el moho en las paredes y el olor a humedad.

Dejó caer la cabeza hacia atrás reposándola en la dura pared. Su cuello no era capaz de mantener el peso de su propio cuerpo.

Llevaba más de un día entero sin comer y le habían sometido a una tortura a manos de Magda que había acabado con sus fuerzas. No le preocupaba el dolor pero quería acabar con todo aquello, la espera a su muerte se estaba alargando demasiado. No la temía, nunca lo había hecho y ahora que la tenía tan cerca la esperaba conforme.

No se arrepentía de  aquello que según sus opresores merecían dicho castigo. Se sentía orgulloso de haberla soltado.

Todavía cerraba los ojos y veía su rostro asustado cuando por primera vez había ido a visitarla a aquella celda tras la tortura. Su corazón sintió un pinchazo al recordar tal expresión en su rostro. No quería que le tuviera miedo, nunca lo había querido. Siempre había intentado convencerla de que estaba en el bando equivocado, pero después de ver lo que le habían hecho a ella, puede que el equivocado fuera él.

Bishop siempre había pensado que la verdadera razón de su visita era que la prisionera recuperara fuerzas y así aguantara más en el próximo interrogatorio. Así lo habían llamado ellos, a esa atrocidad le habían puesto el nombre de interrogatorio.

En un principio ese había sido su cometido pero poco a poco aquellos ojos verdes le obligaban a acercarse más a ella, volvieron a despertar en él esos sentimientos antaño olvidados y después del inminente aviso de una nueva tortura no había podido hacer otra cosa que ponerse en contacto con los suyos para que le ayudaran a sacarla de allí. Sabía que él sólo no podría hacerlo y por mucho que le costase regalarle el mérito al chico del hielo no había encontrado otra opción.

Ahora ella estaba bien, estaba a salvo. Ya no podrían hacerla daño y no sentiría más dolor y eso era lo que le importaba. Pese a todo algo en lo más profundo de su ser esperaba que el corazón de Gabby se sintiese un poco roto por su distancia.

No deseaba que una cosa tan insignificante como su existencia le amargase la vida, sólo esperaba que derramara unas pocas lágrimas por él. Alguien que llorase y se preocupase por su persona. Alguien que le echase de menos aunque fuera por poco tiempo.

Un haz de luz cruzó la estancia y se vio obligado a cerrar los ojos a causa de la oscuridad a la que sus ojos se habían acostumbrado. Ahora comprendía en parte a Gabby.

Dos figuras se adelantaron y lo tomaron cada uno de un lado arrastrándolo por el pasillo. Al fin parecían haberle escuchado y su sentencia iba a ser ejecutada.

Los dos guardias se pararon frente a una puerta y tocaron varias veces hasta que una voz extrañamente familiar les permitió el paso. Entonces empujaron la puerta y siguieron con su labor de arrastrarle hasta su destino.

Su movimiento volvió a cesar y le soltaron provocando que tuviese que hincar las rodillas en el suelo para mantenerse. Escuchó el repiqueteo de unos dedos contra la madera y no tuvo ninguna duda de saber dónde se encontraba.

-En verdad te veo muy desmejorado- aseguró con voz grave la persona que le acompañaba en la sala.

 -¿Por qué no me matas ya?- escupió Nathan haciendo un esfuerzo inhumano para levantar la cabeza y poder mirar a los ojos a Bishop.

Impossible (Nante #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora