Capítulo 39

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Escuchó pasos al otro lado de la puerta y se retiró de ella. Gabby había pasado toda la noche pegada a la placa metálica y sus huesos habían sufrido las consecuencias.

Miró la puerta anhelante, no conocía la razón pero necesitaba verle, después de la forma en la que se había ido la anterior noche no sabía como comportarse delante de él, sólo sabía que le urgía averiguar que no había sido tan grave como parecía.

Durante sus visitas diarias sabía lo que buscaba Nathan, pero siempre se había cuidado de hablar lo justo para no decir nada que comprometiese a sus amigos. Y, aunque la mayoría de las ocasiones acababan discutiendo o en un absoluto silencio, la sacaba de la rutina a la que estaba sometida dentro de aquel cubículo.

Jamás se hubiese imaginado que su marcha causara efectos tan negativos en Nathan, sabía que el chico había aprendido a vivir junto y por ella, era la única persona en la que había confiado después de mucho tiempo, la única a la que había contado su problema, la única de la que le era imposible separarse pese a saber el peligro que corría al estar con él.

A Gabby siempre le había pesado la decisión que tuvo que tomar hace tanto tiempo ya, nunca le gustó dejar atrás a su familia, pero lo vio algo demasiado necesario. Era algo que Nathan no comprendía y por lo que había descubierto en días anteriores nunca sería capaz de perdonarla.

Los pasos se pararon delante de su celda y aguantó la respiración, escuchó el ruido metálico de la puerta al arrastrarse por el suelo, no obstante esta permaneció en el mismo sitio de siempre. Frunció el ceño y se acercó a la placa para encontrarse con una bandeja metálica en el suelo con su comida habitual.

Negó con la cabeza sin saber por dónde había entrado esa bandeja. Palpó la puerta en busca del agujero por el cual habían introducido la comida sin necesidad de entrar y encontró una ventanita a ras del suelo que conectaba con el exterior.

Tardó unos segundos en comprenderlo, Nathan no iba a entrar, le había dejado la comida para que se sirviese ella misma porque no pretendía hacerla compañía.

Golpeó la puerta con furia, se estaba comportando como un niño pequeño, no podía seguir resentido por una cosa que había sucedido en el pasado. Siguió aporreando la puerta hasta que sus manos empezaron a escocer.

-¡Eres un cobarde!- gritó entre lágrimas apartando su pelo cada vez más largo de la cara.

Permaneció apoyada en la pared con los ojos cerrados y completamente quieta durante varias horas, hasta que sus tripas demandaron la comida depositada en la bandeja. Comió en silencio y por primera vez, desde que había sido secuestrada, sola.

Los días pasaron sin que nadie entrara en su celda. Siempre a la misma hora alguien, quien Gabby creía reconocer como Nathan, depositaba una bandeja en la rendija y la pasaba al interior sin mayor conversación.

Las horas se hacían interminables allí dentro y la única compañía que recibía era la de la melodía tocada por Bishop que se había vuelto más regular. Ya no le parecía molesta y no le importaba que le hiciera recordar, a esas alturas era lo único que le permitía estar cerca de los suyos.

Aquellos acordes la trasportaban a momentos en los que era feliz con sus amigos y eso le hacía pasar el tiempo de forma menos pesada.

Una bandeja traspasó la rendija y ella se volvió a la puerta abriendo los ojos. Al haber perdido la noción del tiempo, dormía en horas que sabía que no eran las adecuadas y siempre se encontraba con la bandeja ya dentro de la celda.

Había esperado un día en el que llegara cuando ella estuviese despierta, así podría hablar con Nathan aunque estuviese al otro lado de la pared.

-Nathan, espera, por favor no te vayas- pidió Gabby apoyando la palma abierta en la puerta y pegando el oído a la placa metálica en busca de algún sonido que le delatase.

Escuchó atentamente pero no percibió ningún sonido lo que indicaba que la persona que había ido a dejar la bandeja ya se había marchadoy ella volvía a estar sola.

No volvería a ver a nadie, sabía que con Nathan había perdido todas las posibilidades de compañía. Si desde el principio se hubiera resistido a comer todo habría terminado mucho antes. Ahora estaría allí hasta que se cansaran de mantenerla y la mataran o peor la torturaran para averiguar la información que querían.

Sin darse cuenta había vuelto a sollozar, creía no tener más lágrimas y cada día demostraba que su capacidad para el llanto aumentaba. Siguió sollozando sin importarle quien la escuchase hasta que un sonido la sobresalto. Había alguien al otro lado de la puerta pero no parecía tener la intención de abrirla.

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Nathan estaba sentado en el pasillo, con la cabeza sobre la puerta que encerraba a Gabby y con las piernas dobladas. Desde que había escuchado a la muchacha pedirle que se quedara algo en él se había paralizado hasta el punto de caer derrotado y sentarse en el suelo.

No entendía por qué aún no se había marchado de allí. Por qué seguía sentado al otro lado de la puerta escuchándola llorar. Y lo que más le frustraba era el vacío que padecía su corazón por cada sollozo de la muchacha.

-Nathan, ¿estás ahí?- llamó con voz temblorosa Gabby. A pesar de la desesperación con lo que dijo aquello, él cerró los ojos y mantuvo silencio-. Nathan, responde, por favor.

Su voz se quebró y golpeó la puerta con furia. Sus sollozos se repitieron con más fuerza. Estaba seguro de que se había acurrucado contra la puerta.

-Nathan, Nathan- volvió a llamarle desesperada siguiendo con los golpes que cada vez se aflojaban más- te odio- sollozó haciéndole presionar los párpados con más fuerza y respirar profundo-, pero por favor no me dejes sola aquí, en este infierno no, por favor.

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Lo sé cortito y mierdecita, pero es que me salió así cuando lo escribí, tenía que dejarlo justo en este momento para lo que ahora llega, por eso me pareció bien publicar este mini capítulo seguido al anterior.

Pese a su dimensión espero que os haya gustado, VOTAD, COMENTAD y RECOMENDAD esta historia, gracias a las que lo estáis haciendo anima mucho saber que tu historia gusta.

Prometo no tardar mucho en subir o al menos lo intentare, nos leemos en el próximo capítulo, muchos besos.

Impossible (Nante #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora