Capítulo 33

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Allí estaba ella, acurrucada en una esquina asustada. Se tapaba los ojos a causa de la oscuridad a la que estos se habían acostumbrado. Sólo podía vislumbrar una sombra en el umbral, corpulenta y alta que se dibujaba en el haz de luz que entraba. Cuando aquella silueta cerró la puerta tras de sí Gabby pudo ver mejor de quién se trataba.

Los ojos de Nathan la observaban desde la lejanía. Se había quedado parado como si no se atreviese a acercarse a ella, pero aquello únicamente le duró unos segundos porque volvió a reanudar su paso para sentarse a su lado. Fue entonces cuando por primera vez, Gabby se dio cuenta de que llevaba una bandeja en las manos, que dejó con cuidado en el suelo. Un mendrugo de pan irregular y tostado y un vaso metálico con un líquido transparente y aparentemente refrescante reposaban sobre la placa metálica.

Al verle acercarse, se acurrucó más contra la esquina en la que se encontraba, apretándose contra la pared. Nunca hubiese reaccionado así ante él, pero verdaderamente estaba asustada. No sabía lo que la harían y a esas alturas no esperaba ningún gesto de amabilidad por parte de ellos.

Estaba realmente magullada, parecía un perrito abandonado, el cual había sido apaleado y encarcelado. Tenía la cara golpeada, la ropa desgarrada por los cortes y estos estaban llenos de sangre. Su pelo claro estaba sucio al igual que el resto de su piel amoratada.

Gabby volvió la cara hacia la pared, ocultándola de la vista de su visitante. Nathan frunció el ceño y bajó la mirada por unos instantes molesto.

Se acercó con cuidado, no obstante ella se volvió a apretar contra la pared cerrando los ojos. Es posible que de no tener las manos esposadas a la espalda, hubiese reaccionado dándole un manotazo para alejarle un poco o simplemente tapándose la cara en un reflejo de evitar más golpes.

-Gabby- llamó al ver que el intento de acercarse a ella no serviría de nada. Pensaba que tal vez se dignase a mirarle si pronunciaba su nombre, aunque el resultado no fue el deseado porque siguió sin dirigirle la palabra-. Te traigo algo para que comas.

Le dio un leve golpe a la bandeja buscando que se fijase en la comida si no lo había hecho antes. Al empujarla esta creó un irritante ruido metálico al arrastrarse contra el suelo. Gabby se asustó con el ruido, recordando por un momento el sonido de las herramientas de su tortura al afilarse entre sí.

-No tengo hambre- negó con una voz ronca. Su voz, a pesar de que había sido apenas un susurro, resonó por la celda.

Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro del muchacho al oír su voz, al darse cuenta de que después de todo seguía consiguiendo hacerla hablar.

-Eso no puede ser, llevas sin comer horas- recordó. Le hablaba con dulzura como si tratase a una niña y no a ella, era la forma en la que pensaba que la transmitiría tranquilidad.

-¿Qué más da eso?- quiso saber Gabby apoyando la frente aburrida en la pared. Realmente sí tenía hambre, se encontraba muy cansada y sus músculos apenas respondían a las órdenes de su agotado cerebro. Al buscar el apoyo de la pared, intentaba que esto le proporcionase un poco de descanso. No había conseguido dormirse desde que la habían tirado en aquel agujero. El escozor de las heridas causadas y el agudo dolor de cabeza no le permitían conciliar el sueño y veía las cosas de forma muy pesimista.

-Tendrás que alimentarte- razonó Nathan encogiéndose de hombros y cogiendo el pan para empezar a desmenuzarlo.

Por primera vez se giró y le dirigió una mirada llena de desdén. En la puerta había una pequeña rejilla que servía de lámpara y a la vez de respiradero. La poca luz que entraba por ella le permitía ver sus ojos verdes oscurecidos por el odio.

Impossible (Nante #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora