Capítulo 35

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Nathan se había ido hacía un par de horas, no habían intercambiado muchas palabras después de su respuesta respecto al dolor que le había causado el tatuaje. En su cabeza todavía rondaba aquella duda, la cual le había permitido entretenerse durante el tiempo que había permanecido sola.

Pese a que el arquero no hablaba mucho y se limitaba a sentarse junto a ella manteniendo las distancias, le entretenía observarle mirar un punto fijo de la pared a la vez que tensaba la mandíbula. Siempre estaba tenso, parecía alerta y evitaba mirarla.

Lo único que recibía de él cuando intentaba entablar una conversación eran respuestas secas y cortantes que acababan con cualquier esperanza de poder continuar.

Al salir de allí le había vuelto a colocar las esposas, su libertad apenas había sido una efímera ilusión. Pero estas parecían ligeramente más sueltas o puede que su alimentación a base de pan duro y agua estuviese provocando que su delgado cuerpo perdiera más peso aún.

Resbaló por la pared buscando una postura más cómoda en aquella dura piedra y acomodándose dentro de la cálida chaqueta de Nathan. Fue entonces cuando su camiseta descubrió su vientre completamente herido.

Miró sus heridas y se quedó sin respiración cuando descubrió la sangre reseca alrededor de varios cortes.

Después de su tortura y mientras se mantenía adormecida por el dolor, sus oídos habían sido capaces de escuchar fragmentos de una conversación entre dos mujeres que se habían encargado de su cuerpo malherido.

No obstante muchas de las heridas había vuelto a sangrar y ahora una costra rojiza cubría su piel.

Su vista recorrió toda su piel contemplando el resultado de una tortura que había dejado en ella huellas tanto físicas como psicológicas.

Una en concreto llamó su atención y por un momento olvidó todas las demás. Esta no parecía un simple corte irregular, claramente se podía vislumbrar la caligrafía de una m cerca de su cadera derecha.

Entrecerró los ojos y apretó la mandíbula conteniendo la rabia que crecía en su interior al ver esa letra infernal en su piel.

Ella le había marcado como a un animal. Magda había firmado en su piel como si pretendiese que jamás olvidase su conversación en aquella sala.

El corte era limpio pero lo suficientemente profundo como para dejar una cicatriz en su piel, algo que le recordaría siempre lo que aquella mujer le había hecho.

Levantó la cabeza cuando aquella melodía que empezaba a ser una rutina se coló entre las grietas de la pared. Acorde y cuatro notas y así otra vez. Odiaba esa armonía, le hacía recordar y ella no quería recordar.

Hacía varios días que la habían sacado de la sala de torturas y no sabía nada de sus amigos. En el fondo de su corazón quería verlos, quería que Joan la sacara de ahí y pudiesen volver a su vida dentro de la agencia. Pero también sabía que de acercarse estarían perdidos e indefensos.

Había decidido que lo mejor era que ellos siguieran con su vida. Jamás delataría la ubicación de la agencia, era algo demasiado importante para la iniciativa. Si llegasen a descubrirlo arrasarían con las instalaciones y con todos los que vivían en ella con tal de encontrar esos cristales que tanto anhelaban.

Ambos estarían guardados en algún sitio de lo que desde hacía dos años era su hogar y allí debían permanecer para que no cayesen en las manos de Bishop. Estaba segura de que Joan había entendido el gesto con el que le indicaba que se había deshecho del colgante cuando su captura se hizo inminente.

Impossible (Nante #1) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora