04 | Una historia en cada persona

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    El silencio entre Liza y yo no me incomodaba. La observaba cada cinco segundos y notaba que miraba por la ventanilla. Al parecer no pensaba en nada ya que su mirada era serena y no tenía el entrecejo arrugado.

    —Ethan no debería dejarte en manos de un extraño —le comenté.

    —¿Por qué?

    De pronto recordé lo que le pasó a April. Obviamente ella nunca confió en Wayne, pero creo que Ethan se confía demasiado conmigo. No es que yo esté mal de la cabeza, pero uno nunca sabe cómo está la de la otra persona.

    —No lo sé, ¿Qué tal si te hacen daño por ahí? No se puede estar confiando en todo el mundo.

    Bien, creo que con lo que le sucedió a April estoy muy paranoico. ¿Pero cómo no estarlo?

    —No me harás daño —dijo —. Tiene sus razones.

    —¿Ah, sí? ¿Cuáles?

    —Desde que habló contigo notó que podía confiar en ti. Dice que eres una persona un poco neutra, pero que también pareces confiable. Además, me está entrenando.

    —¿Entrenando para qué?

    —Por si en algún momento...

     Le eché una mirada cuando su voz se apagó y como mantenía la cabeza agachada. No entendía.

    —¿Por si en algún momento que?

    —Por si en algún momento ya no está y me toque ser la líder de los Dominis.

    —¿Te refieres al momento en que a él le pase algo como morir?

    —Sí —dijo con suavidad —. Pero parece que ya tengo competencia.

    Fruncí el ceño. ¿Quién podría ganarle a esta hermosa chica?

    —¿Quién? —me atreví a preguntarle.

    —Tú —abrí los ojos a la vez que marcaba más la frente —. Dice que tienes madera para ser líder.

    Entonces recreé en mi cabeza la primera vez en que nos conocimos. Ethan había dicho que hablaba como si yo fuese su superior y él mi subordinado.

    Estaba llegando a la conclusión de que mi líder estaba loco si me veía como lo que él es.

    —Pues el puesto es todo tuyo —le dije abriendo los ojos fugazmente sin quitarlos del parabrisas. La escuché reír suavemente.

    —¿Y a dónde vamos?

    —Pensé que nunca lo preguntarías —la miré con rapidez y vi que sus ojos estaban puestos en mi con atención —. Vamos a donde un terapeuta llamado Erick Glambolia, ¿te suena?

    Volví a fijar mi vista en ella con brevedad y asintió.

    —Sí. Muy bueno, por cierto —dijo —. ¿Qué, necesitas ayuda?

    —No, no yo. Mi hermana.

    —¿Ella está bien?

    —La verdad es que no —le sonreí sin mucha alegría —. Pero sé que lo estará.

    —¿Le sucedió algo o...?

    Me quedé en silencio. Con ella no me molestaba decirle, pero la imagen de April se vería dañada en cuanto la mencionara en algún momento dado.

El Cuervo © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora