09 | Culpable

643 99 132
                                    

    —Gracias por traerme —dijo Zack antes de salir del Jeep y no lo perdí de vista hasta que entrara a su casa.

    El auto se quedó en un completo silencio. Ethan estaba al lado mío, muy tranquilo, por cierto, como si nada hubiese pasado hace unos largos minutos.

    —¿A dónde iremos ahora? —me preguntó.

    —A casa.

    Mi líder me miró con los ojos más abiertos que un libro. Suspiré con profundidad y puse en marcha el Jeep. El camino entero fue silencioso, pero no un silencio incómodo. Dejé escapar varios suspiros mientras pensaba en todo lo que le dije a Ethan en el Ghetto. Ya sabía sobre la condición de mi hermana.

    Cuando llegamos, no dudé en guiarlo hasta la cocina y sacar dos cervezas para después salir al área de la piscina. Me senté en uno de los muebles que estaban al aire libre poniendo su cerveza en la mesa de centro.

    Ethan me miraba fijamente y señalé el mueble que estaba en frente de mi invitándolo a sentarse.

    —¿Qué hay del general Howland? ¿Y tu madre? ¿Qué pasa si April me ve? —me preguntó.

    —Mis padres tuvieron que salir con urgencia hoy de la ciudad, mi abuela está un poco enferma y mi padre decidió acompañar a mi madre. Por April no te preocupes, ella está demasiado dormida como para darse cuenta de que está durmiendo.

    —¿Qué quieres decir con eso? —preguntó mientras tomaba asiento frente a mí.

    —Que mis padres no vendrán, al menos no hoy.

    —No, no, lo que dijiste de April —arrugué el entrecejo confundido, extrañado por su repentina preocupación por mi hermana —. ¿Le pasa algo?

    —Ah, ella ha tenido un día intenso y hace unas horas le di una pastilla para que descansara.

    —¿Un día intenso? —dijo mientras se acercaba a la mesa de centro para tomar la botella y beber.

    —Sí. Hoy en la escuela Zed la amenazó —dicho esto le di un trago a mi cerveza —. Después de que Wayne abusó de ella, no ha querido tener contacto físico con nadie. Ni si quiera conmigo.

    —Quieres decir que él se propasó con ella, ¿no? —me miró un poco preocupado y asentí.

    —La tomó del brazo con fuerza —tuve que beber otro poco de mi cerveza cuando recordé ese momento en que él la zarandeó enojado —. La amenazó. Joder, Ethan, tuviste que ver su cara. Estaba asustada, como si estuviese viendo al mismísimo diablo —respiré y dejé escapar el aire, acto seguido volví a beber —. Fui hasta donde ellos y...

    —Déjame adivinar, le pegaste.

    —Fuerte —especifiqué —. Y entonces April comenzó a llorar. Ethan, ella se puso mal, a convulsionar, entró en un ataque de pánico y por más que le pedía calmarse ella no podía hacerlo. Así que llamé al doctor Glambolia y le pedí su ayuda. Cuando llegamos a casa lo primero que hice fue darle un calmante. Erick llegó cinco minutos después y comenzó a hablar con ella.

    —Así que fue por April que me pediste que te recomendara a un terapeuta — confirmé con la cabeza —. ¿Por qué no a tus padres? El general Howland tiene que conocer a muchos buenos.

    —April no quería que se enteraran.

    —¿Ellos no lo sabían? —negué —. ¿Por qué no? Tuvo que decirles lo que le sucedió en cuanto pasó.

El Cuervo © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora