Después de que April siguiera con las sesiones luego de que mamá y papá se enteraran de lo que le sucedió, el calmante que le di ya había comenzado a hacer efecto y la acompañé en su habitación hasta que ella se quedara completamente dormida.
No podía mirarla sin pensar en lo que Zed le había dicho, la manera en la que la amenazó. Ahí, sentado en la silla de su escritorio, observándola dormir muy diferente que la primera semana después de haber sido abusada, todavía sentía esta impotencia y este cosquilleo en mis dedos.
Pero me tranquilizaba saber que dormía plácidamente ya. Sin revolverse en la cama y sin sudar debido a una pesadilla. Eran las nueve de la noche cuando recibí el mensaje de Ethan, diciéndome que estaba de camino al Ghetto junto a Liza y los demás Dominis. No quería dejar a April sola, pero sabía que no le pasaría nada aquí. Y no quería dejarla, en verdad. No quería que se despertara y que no me encontrara en ninguna parte de la casa.
De igual forma, no creo que se despierta ahora. Hoy el día estuvo demasiado intenso y ella fue la protagonista de esa intensidad. Era seguro que se sintiera exhausta y más que el calmante que le di era para que realmente descansara. April lo necesitaba.
Tomé mi chaqueta de cuero, que le había dejado en el escritorio de mi hermana y me puse de pie con notable cansancio, esperando poder ganar la pelea de esta noche.
Me acerqué a la cama de April con pasos cautelosos y sin quitar la mirada de ella. Sus pestañas casi tocaban sus mejillas que estaban pálidas y sus labios entreabiertos. Deposité un beso muy suave en su frente y me dispuse a salir de su habitación. Estaba tan dormida que ni si quiera se movió.
Cerré la puerta con sigilo. Aun sabiendo que no despertaría, no quería tentar la suerte.
Diez minutos después me encontraba de camino al Ghetto y por más que quería no podía dejar de sacar la situación de Zed de mi cabeza. Quería, rogaba, por tener otra oportunidad para estar en frente de él y decirle sus verdades en la cara. Gritarle, golpearlo, zarandearlo y hacerle entender que ser cómplice de Wayne no fue lo correcto. Pero más que hablarle, quería golpearlo. Joder.
Aparqué el auto como siempre, detrás del de Ethan y salí para entrar a la construcción en donde se llevan a cabo las peleas. Me adentré por la parte de atrás y al estar ahí, Elliott, Jackson, Zack, Ethan y Liza estaban reunidos hablando no sé qué cosa.
Sentí la mirada de ellos puestas en mí, pero no quise hacer contacto visual con ellos. Me acerqué a aquella caja de madera de carga para sentarme y dejar escapar un suspiro cansado.
—Evan, necesitamos hablar —dijo el líder de los Dominis acercándose a mí con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—No creo que ahora sea buena idea, Ethan, quiero estar concentrado y preparado para la pelea —mi tono de voz sonaba un poco apagado.
Liza se acercó a mí. Estaba vestida con unos pantalones ajustados, una blusa que tenía mangas hasta la mitad de los brazos, y unos botines de tacón grueso
—¿Estas bien, Evan? —me preguntó mientras ponía su delicada mano en mi hombro. Alcé la vista para verla y ella solo me miraba con un poco de preocupación —. Pareces cansado, ¿necesitas algo?
Joder, por más que tenga un estado de ánimo por el suelo, solo con verla no me hace sentir tan desanimado. Le sonreí sin poder evitarlo, su dulzura y notarla preocupada por mí me provocaba hacerlo.
Acarició mi mejilla y me sonrió traviesa. Fruncí el ceño.
—¿Qué? —me atreví a preguntarle.
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El Cuervo © |COMPLETA|
Action''Todos tienen un secreto que ocultar'' Evan Howland es el chico popular de su escuela. Pero toda persona popular siempre tiene algo que esconder. Una hermana menor que ha sido víctima de un abuso, un asesinato, y una decisión que terminará siendo u...