13 | Lo que realmente pasó

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    Iba a volverme loco. El corazón me latía a mil por hora, las manos empezaron a sudarme. ¿En dónde demonios lo había dejado? Exacto, eso me pasa por no estar pendiente de las cosas, por ser un jodido desorganizado. Bien, hecho, Evan. Eres un completo idiota.

    Buscaba en mi armario, en mi escritorio, mi mochila. Tal vez lo había dejado en el auto. Sí, eso debe ser.

    Me quedé viendo un punto fijo de la habitación mientras me mordía el labio inferior. Jodida costumbre la que me han pegado Liza y April de morderme la boca.

    Rendido, fui a sentarme en la orilla de la cama con la cara hundida en ambas manos.

    —¿Acaso dejaste embarazada a Diane que te noto en plan ''la he cagado hasta el fondo''? —la miré con el ceño débilmente fruncido —. Que bien, ahora vamos a tener un loquito más en esta familia.

    Al oír la broma de mi hermana, no pude evitar reír. Negué con la cabeza.

    —¿Acaso has visto mi libreta? —se encogió de hombros con suavidad.

    —Al parecer no la encuentras aquí, tal vez está en el auto.

    —Sí, eso pensé.

    —Te espero allá abajo.

    No respondí. Solo me apresuré a tomar una camiseta de mi armario y ponérmela. Unos cuantos minutos después de desayunar, mi hermana y yo nos encontrábamos subiendo al auto. De camino a la escuela, noté a mi hermana un poco nerviosa, ya que movía la pierna derecha con una rapidez. La miraba como cada cinco segundos.

    —¿Te pasa algo? —me atreví a preguntarle sin mirarla.

    —Nada —respondió con simpleza.

    —¿Segura?

    —Sí.

    Me quedé en silencio preguntándome si me ocultaba las cosas a propósito solo para vengarse de que yo tampoco le decía nada. Pero no, April no era así, ella no era vengativa. Siempre dejaba que todo tomara su curso. Tiene que ser algo muy grande para que ella se vengue.

    La observé de soslayo y me di cuenta de que miraba el exterior. Preferí no insistir. Al llegar al instituto todas las miradas se fijaban en nosotros. Más en mí. April, como ya se volvió costumbre, iba delante de mi evitando a todos. Al llegar a su casillero, no dudó en hablarme.

    —Hoy almorzaré con Lexie y los demás, si no te molesta.

    Abrí los ojos al escuchar tal decisión. Arrugué el entrecejo.

    —¿Es que no te sientes cómoda con Edward y los demás? Si es así, les diré que se vayan a otra parte.

    —¿Qué? No, no, Dios, no. No tengo ningún problema con ellos. Es que... El doctor Glambolia ha estado aconsejándome... Poniéndome algunos ejercicios, y uno de ellos es rehacer mi vida, a hacer lo que hacía antes de que Wayne...

    —Está bien, Prill, no tienes que decirlo. Entiendo a la perfección, y estoy de acuerdo, pero por favor, no te olvides de poner tus límites. Sé que por ser tus amigos te excederías más de lo que deberías. Si no quieres que te abracen o te toquen lo dices. Lo más importante es tu seguridad y comodidad —April asintió con cada cosa que yo decía —. Si no quieres seguir estando con ellos por alguna razón, me llamas, o simplemente vas a donde yo esté.

    —Dios, hablas como papá. Pareces comandante hablando todo serio, dando órdenes sin al menos pausar.

    —Es en serio, niña.

El Cuervo © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora