14 | Lo siento

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    Entré a mi habitación sin saber qué hacer. Me paseaba de un lado a otro. Me senté en la cama tratando de pensar fríamente. ¡Pero no podía! April, se había ido por ahí, ¿y qué se yo que le pueda pasar?

    Así que tomé mi celular y marqué el número de Joe. Respondió al tercer tono.

    —¿Qué ocurre?

    —Solo cuídala, y no la pierdas de vista, no le digas que te llamé, se enojará.

    —No veo por qué lo haga, pero está bien —pude imaginármelo mirando a April de soslayo por la forma en que lo dijo, como si tuviera cuidado.

    —Solo... —me alteré y respiré para calmarme —. Por favor, cuídala, sabes que ella es lo más importante para mí —dije sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos y la rabia invadiendo mi pecho.

    Soy un maldito idiota. Quería ir a buscarla y explicarle. Pero en realidad debería darle su espacio, no hostigarla. Yo trataría de hablar con ella cuando regresara.

    —Ya, sí. Sabes que todo estará bien conmigo, ¿Cuándo te he fallado? Sabes que jamás la he descuidado.

    Me quedé calculando sus últimas palabras. Admito que estaba muy paranoico con mi hermana, pero la había herido, y más ahora cuando ella estaba pasando por esta situación, cuando ella me necesitaba. Fue demasiado injusto de mi parte. No debí, no debí alterarme. Debí cerrarle la boca y explicarle de una vez por todas.

    —Gracias —no dije nada más y cerré la llamada.

    Volví a sentarme en la orilla de la cama. Mordí el interior de mi mejilla mientras pensaba que debería hacer. Jamás me había sentido tan culpable, impotente, desorientado e indignado conmigo mismo.

    ¿Debería llamar a Ethan y decirle que April había salido a no sé dónde? Creo que, si Liza estuviera aquí conmigo, me diría que lo primero que debía hacer era tranquilizarme. Y eso traté de hacer. Me acosté en la cama y pasé ambas manos por la cara. Inhalaba despacio y dejaba escapar el aire. Repetí ese ejercicio unas cuantas veces, pero a la vez que lo hacía mi corazón de aceleraba, y sentí mis ojos llenarse de lágrimas. Al principio intenté detenerlas, en serio, traté, pero eran tantas cosas que empezaba a sentir, tantos sentimientos mezclándose. Pero no funcionó respirar, al final las lágrimas hicieron de las suyas.

    Todos los pensamientos negativos comenzaron a invadir mi cabeza. Desde mi infancia hasta ahora. Era la peor persona. Desde temprana edad era problemático, y no lo hacía para un mal, sino porque no podía simplemente controlarme y decidía mejor dejar ir la rabia o la impotencia. Intenté mejorar, por mis padres, por April, por mí. De verdad que lo hice. Y todo estaba bien, no peleaba por cualquier cosa. Hasta que Wayne se propasó con April, hasta que abusó de ella. Hasta que lo asesiné.

    Asesiné a alguien. Otra vez peleo con las personas, amenazo a la gente y tampoco dejo que se disculpen. Y encima de eso hiero a mi hermana, a la persona que más me necesitaba. Lo que hago con las manos lo destruyo con los pies. Soy un jodido asco.

    —¡Joder! —gruñí.

    Escuché unos toques en mi puerta y me erguí para ver quién era, y tenía esa pequeña esperanza de que sea April. Pero no, era mamá que me miraba preocupada.

    Relajé los hombros con desilusión.

    —¿En dónde está April? —preguntó con una voz suave.

    —Salió con Joe —le respondí, ella asintió y yo me acosté nuevamente

    —¿Está todo bien?

El Cuervo © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora