Capítulo 14

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Al otro día cuando desperté, me di cuenta que Kidd ya no estaba a mi lado. ¿Se habría despertado y notado que estaba entre sus brazos? ¿Le había importado si quiera?

Decidí no amargar mi día y no pensar en ello. Si no significaba nada para él, por lo menos significaba todo para mí.

Me paré de la cama, tomé una refrescante ducha y decidí salir de la habitación, para encontrarme con la sorpresa de que uno de los hombres de la tripulación estaba cuidando mi puerta.

- Buenos días señorita.

- Buenos días Jean Paul. – Antes de saber su nombre yo lo llamaba Bigotes debido a su peculiar estilo de bigote cual Salvador Dalí. - ¿Qué haces aquí?

Lo había visto varias veces en el barco, siempre muy cerca de Kidd. Tal vez era de los sus hombres de más confianza. Era alto, como de 1.88 metros, fornido y de acento francés.

- El Capitán ordenó que no me despegara de aquí y que la acompañara a cualquier lugar que usted deseara ir.

- ¿En verdad? – dije incrédula.- ¿Eso significa que puedo ir a conocer la Isla?

- Oui, Oui. Si así lo desea señorita.

- En ese caso, pongámonos en marcha.

Fui a buscar a Josefa, y comenzamos nuestra aventura. Cuando recién llegué, pensé que la cubeta del mono era lo único que había en la Isla, pero entre más me adentraba, parecía que en realidad estaba habitada. No era una simple Isla en medio de la nada. Había construcciones de pequeñas casas, comercios y por supuesto no podían faltar prostíbulos y tabernas. No tan grandes como la cubeta del mono claro está.

Caminamos entre comerciantes y mercaderes y los hombres nos veían con incredulidad. Algunos gritaban piropos, y otros eran callados a mitad de sus cortejos, con la advertencia de a quien se los estaban gritando.

Al parecer Kidd no era ninguna broma en este lugar. Todos querían mirar a la "prometida de Bartolomeo" o "La princesa Pirata" como algunos gritaban.

A pesar de saber que no era real, el título me llenaba de orgullo. Parte de mi quería que fuera real. Había algo adictivo a sentir el poder y la honra que venía acompañada del terror de los 7 mares.

A quien engañaba, era adictivo imaginarme como parte de Kidd.

¿Qué pensaría mi madre si supiera que mi único deseo era ser la mujer de un bandido?

Mis pensamientos fueron interrumpidos, cuando llegamos a un pequeño callejón.

- ¿Qué hacen esos hombres ahí Jean Paul? – dije señalando a dos hombres que miraban fijamente a la pared.

- Oh, siendo unos chiflados. – dijo bufando.

- ¿A qué te refieres?

- Piensan que pueden resolver el misterio de Burguette.

- ¿Burguette?

- Si, hace unos cuantos años, existió el pirata más rico de la historia. Joaquín Burguette, mejor conocido como Midas.

- ¿Midas? ¿Cómo el que convierte todo en oro?

- Precisamente. Encontró los mayores tesoros de la historia, pero antes de morir, lo escondió todo. Decía que nadie debía tener riquezas por las que no hubiera tenido que usar la cabeza. Así que nos dejó con solo una pista. – dijo frustrado. – El mayor tesoro del mundo esta concentrado en esa pared. – señaló al callejón.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora