Capítulo 27

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- Pensé que te había perdido para siempre mi vida.

Al escucharlo hablar, lo único que quería hacer era arrojarlo por la borda.

Aun podía ver a la tripulación peleando en cubierta con los hombres de Gómez, pero no había señales de Kidd por ningún lado. O al menos no a visibilidad.

- Gómez, ¿Por qué estás haciendo esto? – dije molesta. – No fue Kidd quien me trajo aquí. Decidí venir por mi propia voluntad.

Me miró atónito, como lo si lo que estuviera diciendo fuera algo increíble o incluso locura.

- Oh Dios mío, he escuchado de esto. – me miró con preocupación.

- ¿Qué cosa? – dije sin entender.

- Debe ser peor de lo que pensé.- dijo mirando a Chicharrón.

- ¿Qué? – volví a repetir.

- He escuchado que mucho tiempo en el mar a veces hace que las personas pierdan la cordura. – dijo con extrema preocupación. – No sabes lo que dices mi vida, el mar te debe tener muy enferma. Llegando a casa haré que el doctor te revise para que estés en perfecto estado para nuestra boda.

- ¿De qué estás hablando Gómez? ¡No estoy loca! – dije con fastidio. – Nunca he estado más cuerda en mi vida. Escucha, en verdad lo lamento. Pero no voy a casarme contigo.

- Ya basta María Paula, no sabes lo que dices.

- ¿Cómo te lo hago entender? –grité desesperada– ¡NO ME CASARÉ CONTIGO!

Lo siguiente que sentí, fue su mano contra mi mejilla.

- ¡Oye bravucón!- gritó Ramón. – metete con alguien de tu tamaño.

- ¿Y esa rata quién es? – dijo Gómez con desdén mirando a Ramón.

- Fue la única manera de hacer que la señorita viniera señor. – dijo Chicharrón.

- Pues ya está aquí. – Ni siquiera lo miró. – Deshazte de él.

- Enseguida jefe. – agarró a Ramón por el cuello de la camisa.

- No, No. ¡Basta! – grité abalanzándome hacia Ramón.

- María Paula cariño, me estás haciendo perder la paciencia. Temo que estas bestias te han afectado demasiado.

- ¡Pues entonces déjame ir! – dije con furia – Nunca seré una buena esposa Gómez. Entiéndelo.

- Te guste o no, eres mía. Y voy a hacer que me obedezcas. – dijo furioso.- Una vez tuve una yegua igual de obstinada que tú. – sonrió. – Montarla y domarla fue uno de mis placeres favoritos. Así como ahora lo haré contigo. – su cara estaba llena de lascivia.

- Eres asqueroso. – le escupí a la cara. – ¡Jamás seré tuya! Antes me mato.

Gómez se limpió el escupitajo de la cara. Y sonrió.

Volví a sentir la furia de sus manos en mi rostro. Esta vez me tomó del cabello y me tiró al suelo.

- Te voy a enseñar a respetarme.

Comenzó a patearme el estómago en el suelo, y luego sacó su cinturón. Lo dobló por la mitad, y comenzó a golpearme las piernas.

Comencé a gritar y a llorar. Ramón estaba haciendo lo mismo.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora