Capítulo 23

1.7K 150 14
                                    


Cuando desperté al día siguiente, el sol brillaba por la ventana. Se me hacía algo nuevo porque usualmente despertaba antes de que este saliera. Abrí los ojos y de solo saber todo lo que me esperaba, quería volver a dormir.

Tenía que inventar una excusa creíble para que la desaparición de Josefa no llamara la atención de Kidd y rogar que Ramón no me echara de cabeza.

Después de tomar un baño y preparar mis cosas, me dirigí a la habitación de Josefa. Sentí una punzada en el corazón al ver su cama intacta y sus cosas perfectamente arregladas como a ella le gustaba. ¿Estaría bien? ¿Le habrían dado de comer?

Guardé las cosas faltantes y preparé sus maletas.

Jean Paul tocó a la puerta.

- ¡Bonjour! Señorita María Paula.

- Buenos días Jean Paul. – apareció con dos hombres más.

- El Capitán me mandó por usted y por la señora Josefa. ¿Dónde recojo sus cosas?

Al parecer la vida me había dado un respiro. Kidd no se iba a cerciorar personalmente de que Josefa estuviera en la embarcación.

- Estas son las maletas de Josefa Jean Paul. – dije señalando a las maletas – Y las mías están en mi habitación.

- Vayan por ellas muchachos y súbanlas al Tricornio. – ordenó a los hombres.

- Enseguida señor.

El Capitán me dijo que las llevara por algo de desayunar antes de subir a la embarcación.

- Josefa nos alcanzará después. – dije sin darle importancia. – La mandé a buscar unas cosas antes de irnos.

- D'accord mademoiselle. – me guío hacia el desayuno.

Me venían algunas excusas a la cabeza, pero no sabía cuál sería lo suficientemente buena o creíble. En realidad Kidd no le había prestado mucha atención a mi relación con Josefa. Entonces no le sería tan raro que en algún punto nos separáramos.

Al subir al Tricornio mis valijas y las de Josefa ya se encontraban en nuestro camarote. Tal vez si Kidd no me visitaba no tendría que explicarle nada.

Me acosté en el camarote y sentí como comenzamos a movernos. Sentí un gran alivio de dejar la Isla que tan malos recuerdos me traía.

Poco me duró el gusto cuando a las pocas horas tocaron a mi habitación.

- Adelante.

Kidd entró en todo su esplendor. Lucía guapísimo como siempre, aunque se veía un poco cansado. Como si no hubiese dormido demasiado.

Estaba usando su chaqueta escarlata y uno de sus exóticos sombreros.

- ¿Necesitas algo?- dijo con una gran sonrisa.

- No, todo está perfecto. – dije sin ganas. - ¿Cuánto tiempo tardaremos en llegar a Isla Terrapio?

- Es difícil de decir, si mis cálculos no me fallan y la marea coopera, - dijo pensativo. – Alrededor de 8 días.

- Mmm ya veo.

- No suenas emocionada, pensé que era lo que querías. – dijo confundido.

- Sí, sí lo es. – dije tratando de actuar mejor mi emoción pero sonó algo fingido. Tenía que hacerlo mejor. – Es solo que... es mucho tiempo.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora