No sé por cuánto tiempo nos besamos. El tiempo parecía perdido en sus labios.
La promesa del paraíso parecía vacía en comparación a lo que vivía en su boca, pero sentí que todo me era arrebatado en un segundo cuando sin más Kidd se apartó de mí.
- Lo siento señorita. – dijo tratando de recuperar la compostura. – Le repito que está usted confundiéndome.
Algo estaba diferente en él. Su mirada era más fría que de costumbre y vacía. Sin darme ninguna explicación, regresó al restaurante, dejándome ahí sola y confundida.
¿Confundiéndolo? ¡Estúpido idiota! ¿Cómo podía seguir haciéndome esto? No le creía nada. Si antes no estaba cien por ciento segura, ahora sí. Era Kidd.
Me había besado con tanta pasión, como si hubiera estado esperando este momento tanto como yo. Como un animal sediento que no ha probado gota de agua en meses.
¿Pero por qué se comportaba de esta manera? ¿Por qué fingir no conocerme?
Me quedé afuera unos minutos, tratando de sobreponerme y arreglando mi maquillaje.
- ¿María Paula? – salió Alberto preocupado. - ¿Qué haces aquí afuera?
- Nada, - dije nerviosa – solo vine a tomar un poco de aire fresco.
- Estás helada. – se quitó su sacó y lo puso sobre mis hombros. Comenzó a frotar mis brazos para darme calor.
- Si te sientes mal, ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Quieres que nos vayamos a casa?
- Si por favor.
- ¿Quieres que le hable al doctor?
- No, no es necesario. Solo necesito un poco de aire.
- ¿Segura?
- Segura. – dije tratando de sonreír.
Alberto no se merecía nada de esto. Era una persona buena, noble, y que de verdad se preocupaba por mí. Quería decirle todo, pero le había prometido a mi tía esperar a que Kidd dijera todo. Pero me parecía muy injusto hacia con él.
- Iré por tu tía y en seguida nos vamos. No te muevas de aquí.
- Alberto ... espera..
- ¿Si querida?
Quería decírselo todo.
- ¿Puedes traer mi bolso? – pero no pude.
- Por supuesto. – me sonrió.
De regreso a casa mi tía me miraba acusadora, pero no decía nada por Alberto. Por el momento en que el salió por la puerta, me empezó a bombardear con preguntas.
- ¿Qué paso? ¿Es él? ¿Va reconocer a su hijo? ¿Cuándo le dirás a Alberto? ¿Vas a casarte con él?
- ¡Tía basta! – dije sofocada.
- ¿Qué?
- Ahora no quiero hablar por favor.
Subí a mi habitación. Y me eché a la cama.
Me puse a pensar en todos los acontecimientos de la noche. En que Kidd estaba vivo, en lo guapo que se veía, en lo delicioso de su beso, en su olor, su mirada, el toque de sus manos. Después en su frialdad, su comportamiento tan extraño. En Alberto, en la boda, en que no le había dicho a Kidd nada sobre nuestro bebé.
ESTÁS LEYENDO
El filibustero que robó mi corazón (Piratas)
RomanceEl padre de María Paula esta decidido a prometerla en matrimonio con un hombre que le triplica la edad. María Paula no esta dispuesta a dejar que eso suceda y menos después de conocer al pirata más sexy y temido de la historia. Con un temperamento...