Capítulo 12

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Capítulo 12

Después de comer, Josefa y yo nos aventuramos a conocer la Isla de Pantenón.

Salimos del área de comedor privado y llegamos al área común de "La cubeta del mono"

Todo el lugar hedía a licor, vino barato y sudor de hombre. Había mujeres bailando sobre una tarima con vestidos gigantes de holanes, estilo cancan.

- Quiero beber algo nana.

- ¿Estás loca María Paula? Eres menor de edad.

- Ya lo sé nana. No quiero beber alcohol, solo quiero beber algo, sentarnos y disfrutar del show.

- ¿No te das cuenta que estamos rodeadas de hombres de muy mala reputación?

- Nana, los últimos meses hemos estado rodeados de hombres de dudosa reputación y hemos estado perfectamente bien.

- Si niña, pero porque estábamos bajo la protección de Bartolomeo.

- Y aun lo estamos. – dije con seguridad y sentándome en una de las mesas centrales. – Ahora ven conmigo y disfruta la función.

El mesero nos sirvió un rico jugo de piña a las dos y un par de botanas.

Las chicas de la tarima bailaban y la sonrisa no dejaba su rostro, aunque muchas parecían odiar lo que hacían.

Josefa y yo en realidad si estábamos disfrutando del show, y hasta comenzábamos a movernos a ritmo de las canciones, aplaudíamos y vitoreábamos a las chicas.

De pronto sentí a una presencia oscura detrás de mí. De solo sentir su sombra en mi espalda, todo el vello del cuello se me erizó.

- ¿Qué hace una princesita tan linda como tú, en este lugar llena de bestias salvajes? – dijo una voz gruesa, que te ponía la piel de gallina.

Me giré y frente a mi había un hombre alto, robusto, de cabellos negros, largo hasta los hombros, tez morena clara y mandíbula cuadrada. Tenía como unos cuarenta y cinco años y sus facciones eran duras.

Tenía todo el porte de un líder, de un Capitán para ser más exacta. Portaba una espada del lado izquierdo de su cuerpo y una gran gabardina negra cubría su cuerpo. En su cuello colgaban dientes de algún animal marítimo y su mirada era fría y sin vida.

- Solo estoy disfrutando el show señor. – dije con toda la seguridad que podía hallar en mí en ese momento.

- Ya veo. – dijo en un intento de sonrisa. – Nada de señor. Llámame Lucciano.

Pensé por unos segundos donde había escuchado ese nombre antes, y no fue hasta que vi la cara de pánico de Josefa, que el recuerdo vino a mí.

- ¿Tiburón negro? - solté sin pensar abriendo los ojos como platos

El soltó una carcajada y con uno de sus grandes dedos acaricio mi mejilla derecha del punto de mis pómulos, hasta mi barbilla.

- Veo que mi reputación me preside. – dijo con su sonrisa demoniaca. – No creas todo lo que escuchas princesita.

- No he escuchado nada señor.

- Lucciano- corrigió.

- Lucciano. – dije con temblor en mi voz- Solamente que es un gran negociador y que le conocen como el Tiburón negro.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora