Capítulo 24

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Sabía que no tenía derecho a enojarme. Le había dicho a Kidd que aceptaba el hecho de ser solo amigos y que su relación con Lavanda no me interesaba en lo más mínimo.

Bueno, esas dos mentiras estaban regresándome a morderme en el trasero. El solo ver a esa mujer aquí, me hacía querer golpearla en la cara. En realidad, me hacía querer agarrar su cabeza y la de Kidd y golpearlas juntas.

- Mira tía, ¿Por qué no vas a que te folle un pez? – me dijo con aburrimiento.

- Por qué no te vas tu pero a la...

- ¡Joder!, María Paula, Lavanda por favor – interrumpió Kidd. – ¡Basta!

- Vale chulito, pero ni bien he pasado por la puerta y esta tía está sacando las garras. – dijo acusándome como una niña pequeña. – Haz visto que no he sido yo. – dijo alzando las manos en señal de inocencia.

No quería continuar con esto.

- Como sea, ¿Pueden irse ambos de mi habitación por favor?

- Se llama camarote tía, y este barco no es tuyo es de Bartolomeo...

- ¡Lavanda basta ya!- dijo tocándose el entrecejo, cansado de nuestra niñería - Escucha María Paula puedo explicarte por qué es que Lavan...

- No es necesario Kidd. – dije molesta – Por favor, déjame sola. Aún tengo ese dolor de cabeza... Y hace un momento se hizo mayor.- dije mirando a Lavanda con desprecio.

- Lavanda espérame en cubierta...

- Vamos chulito, la tripulación está esperando...

- No me hagas repetirlo – dijo con frialdad indicándole con la mirada que se fuera.

Lavanda no tardó ni un segundo en obedecer y retirarse.

No dejaba de impresionarme el terror que Kidd imponía entre las personas.

En cuanto salió de la habitación caminé hacia mi cama alejándome de Kidd cruzada de brazos.

- Kidd, de verdad no quiero escucharlo. No me importa cuál sea la razón. Ya sea si está aquí para entretenerte en altamar- dije con veneno en la voz- o para limpiar los cañones, me da lo mismo. – dije revirando los ojos.

- María Paula, no quiero pelear. Parece que es lo único que hacemos. – dijo fastidiado. - Si no quieres escucharlo está bien. Pero tampoco te quedes molesta conmigo sin escuchar toda la historia. Ahora tengo que ir a ver qué está pasando. – dijo como si estuviese cansado. – Si te sigues sintiendo mal, no dudes en llamarme. Y en cuanto a las lecciones, puedes empezar mañana por la mañana. Les informaré a mis hombres.

- Gracias Kidd.

Kidd tenía razón, últimamente parecíamos perros y gatos, y el tiempo que me quedaba con él no era suficiente como para perderlo en discusiones sin sentido. Claro que me molestaba que Lavanda estuviera en el barco, pero sea cuales fueran las razones de Kidd, no tenía nada que ver conmigo y tenía que encontrar paz en eso.

Me entusiasmé con la idea de poderme hacer útil, y mantener mi mente entretenida fuera de lo que me esperaba dentro de pocos días.

- Descansa, nos vemos mañana por la mañana. -. Me guiño un ojo.

- ¿Tú estarás ahí? – pregunté confundida.

- Claro, no sé qué eres capaz de enseñarle a mis hombres. – sonrió – Si no te tengo en la mira, no dudo que les enseñes como asesinarme mientras duermo. – soltó una pequeña risa.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora