Capítulo 47

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El día de la boda se estaba acercando. Después de la visita de Kidd no había vuelto a saber de él.

Los pies me quemaban por correr a buscarlo, pero al mismo tiempo quería honrar mi decisión de elegir a Alberto.

Alberto como siempre había sido un encanto toda la semana. Cada vez se mostraba más cariñoso y atento.

Pero aunque se comportara como un príncipe de cuento, nada me hacía sacarme al lobo feroz de mi cabeza.

- Pauli – llamó Josefa. – Ha venido Ramón a visitarte.

- ¿En verdad? – dije con alegría.

- Sí, le prometí que podíamos jugar cartas una vez a la semana.

- ¿Estás lista para perder tu dinero? – bromeé.

- Algún día le ganaré a ese rufián – dijo Josefa decidida.

Baje las escaleras y Ramón me estaba esperando en la sala.

- Hola María Paula – dijo emocionado.

- Hola Ramón. Que guapo te ves.

- ¿Te gusta? – dijo enseñándome su ropa nueva – El Capi me lo regaló. Dijo que debería empezar a vestirme bien y no como un vago.

- Creo que tiene mucha razón, ese look te va mejor.

- Si, pero pica. – dijo rascándose el pantalón.

Pasamos una tarde agradable, bebiendo limonada y jugando a los naipes. Como siempre, Ramón dejo limpia a Josefa. Josefa no paraba de decir que había hecho trampa. Y Ramón comía y bebía como si no tuviera ninguna preocupación en la vida.

Por mi parte, estaba mordiéndome los labios para no preguntar por Kidd.

- ¿Por qué no solo me preguntas María Paula?

- ¿Qué quieres decir Ramón?

- Se que quieres saber como esta el Capi. Llevas una hora viéndome y abriendo y cerrando la boca.

- Te crees muy listillo ¿Verdad? – dije dándole un zape.

- Auuuchh... Es la verdad, pero si no quieres saber, entonces pues no digo nada.

- Pues, ya que lo trajiste a colación.... ¿Cómo está? – dije expectante.

- Mal.

- ¿Mal? – dije sorprendida. - ¿Por qué? ¿Le paso algo? – comencé a preocuparme

- Hace como una semana que trae un genio de los mil demonios. Anda como alma en pena, sin poder dormir, solo bebe y rompe todo cuanto se le pone en frente. Escuché que Jean Paul dijo que un día hasta lo vio llorar. – dijo asombrado y susurrando – Pero yo creo que exagera, el capitán llorando, sería como un pez volando.

Hacía una semana que Kidd había venido a la casa y me había visto con Alberto. ¿Estaría relacionado?

- Nadie sabe que le paso. Si alguien se le pone en frente es capaz de matarlo. Nadie se atreve a decirle nada. Todo el tiempo está borracho. Y aunque siempre le gusto beber, nunca lo había visto tan tomado.

Josefa me miraba con preocupación. Sabía bien lo que estaba pensando.

- María Paula, no puedes ir. – dijo tajante.

- Pero nana, ¿Qué tal si esto es mi culpa?

- Tu no eres responsable de nada. Ni de nadie. Todos tenemos problemas, la diferencia es como los resolvemos.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora