Capítulo 36

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- María Paula tienes que hablar con ellos. – dijo mi tía empujándome entre las personas de la fiesta.

- No se que decirles tía.

- Ay niña! Lo que sea "¿Qué delicioso está el pastel, verdad?, El clima ha estado muy cambiante ¿No lo cree?, ¡Si, yo también tengo una tía guapísima!" – dijo imitando mi voz. – Lo que se te ocurra que no parezca que eres un pez a medio morir.

- Te dije que no iba a funcionar, no se como hablar con los hombres y fingir que no tengo una persona creciendo dentro de mi. – dije susurrando.

Comenzó a darme un discurso de como debía abrirme a nuevas oportunidades de amar, hasta que fue interrumpida por uno de los invitados, y yo aproveche la distracción para escapar.

Mi tía había tirado la casa por la ventana, todo estaba adornado como si fuera la casa de la misma reina de Inglaterra. Llena de flores, adornos y colores.

Se había cerciorado de invitar a todos los hombres guapos y ricos de la región y a mujeres "promedio" en sus palabras.

"Solo invité mujeres promedio. Ninguna debe brillar más que tu esta noche" recuerdo que fueron sus exactas palabras.

Aunque sabía que la fiesta era para mí, me dediqué a esconderme entre las mesas de postres.

- También es mi lugar favorito. - dijo una voz masculina detrás de mí. - Especialmente si hay pastel de zanahoria.

- Qué asco - dije sin pensar - el pastel solo debería ser de chocolate.

El hombre se empezó a carcajear.

- ¿De quién se esconde señorita? - dijo riendo mientras yo ponía un plato frente a mi cara.

- De mi tía. - el hombre imitó mi acción- ¿Y usted?

El hombre bajo el plato de su cara y por fin miré su rostro. Se me hacía conocido de algún lado.

Era bastante atractivo. Alto, fornido, de tez blanca y ojos color miel. Su mandíbula era cuadrada y le daba el toque perfecto de masculinidad. Su traje parecía caro y hecho a la medida. Y por si fuera poco olía delicioso.

- De nadie en específico y de todos al mismo tiempo.

Le sonreí y me regresó la sonrisa.

- María Paula de la Garza - dije extendiendo mi mano que el hombre besó.

- Oh, la homenajeada de la noche. - sonrió - Alberto, Alberto Santillana.

Ese nombre me sonaba de algo.

- Un placer. Ahora si me disculpa, mi tía acaba de verme - dije tratando de esconderme - Y estoy segura de que me obligará a bailar otra vez.

- ¿Y es eso tan malo? - preguntó curioso

- De los últimos 5 caballeros con los que me hizo bailar, dos tenían 2 pies izquierdos, a uno le apestaba la boca, al otro le gustaba bajar la mano de más y el último bueno no tenía nada malo en realidad, pero era más aburrido que un pescado muerto.

El hombre soltó otra carcajada.

- Veo que no tiene reparos en hablar con sinceridad. – dijo sorprendido y encantado.

- Las personas dicen que odian las mentiras, pero cuando sueles ser honesto parece que los disturba aún más. - dije metiéndome una rebanada de pastel a la boca.

- De acuerdo probemos una cucharada de su honestidad - dijo con picardía - Creo que es preciosa y encuentro su falta de decoro encantador, tengo muchas ganas de sacarla a bailar, pero temo que juzgue mi destreza para el baile, mi aliento, o le parezca más aburrido que un pez muerto. Estoy dispuesto a pasar por su tela de juicio y estoy tentado a no decirle que tiene chocolate en la mejilla por si en caso de que rechace mi propuesta después se mire en un espejo y se sienta avergonzada. - exhalo- ufff eso se sintió bien.

El filibustero que robó mi corazón (Piratas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora