¡Te odio Chat Noir! [Marichat]

Veintisiete

A las horas Marinette abrió los ojos, se levantó como si estuviera aún entrando a la realidad, cuando por fin pudo estabilizarse tomó su computadora y empezó a buscar opciones de viaje.

—creo que podré irme por tren, me demoraré siete horas pero debo hacerlo— Tikki la apoyaría en lo que haga mientras pueda manejarlo.

Esa misma tarde.

— papá, ¿puedo ir a dormir a casa de Alya?— accedió.

— pero no te olvides de llamar— Marinette asintió, fue a preparar una mochila donde llevaba cargador, audífonos, dinero y pastillas.

— ¿Ya te vas?— pregunto Tom extrañado.

— si, es que, queremos hacer palomitas y comprar comida ya sabes— dijo con emoción fingida, a Tom le gustó que sintiera emoción así que no hizo más preguntas además podía aprovechar esta oportunidad para salir con Lorein. Le dijo que se cuidara y le dio un beso en la frente para dejarla marchar.

Pero estaba claro que no iría a la casa de Alya, es más, ignoraba los mensajes que su amiga le enviaba.

— quiero un boleto a Londres— pidió, entregó el dinero y espero a que el tren viniera eran aproximadamente las seis de la tarde y el tren llegaba todavía en un par de horas, llegaría pasada la media noche.

*/*\*

Cuando llego a su destino de fijo en la hora y acomodo el reloj de Londres en su celular, no se llevaban por mucho, una hora de diferencia.

— hace frío— se abrazó a su misma para darse calor, Tikki la miraba con preocupación temía por Paris, Chat Noir no podía purificar a los akumas.

— te preocupas mucho por Chat Noir, Tikki— comentó con voz bajita mientras tomaba asiento en una de las bancas de la estación, la moteada rió nerviosa.

— me preocupa más por Paris que por Chat Noir, Marinette— comentó— su poder no es purificar, después de todo.

— deberías tener más fe en el, descuida, mañana a primera hora ya estaremos de regreso— la moteada asintió más tranquila y volvió a esconderse, pasarán la noche en aquella estación.

Cuando se hizo de día en Londres ambas salieron de la estación buscando según los datos que le dio el maestro Fu la residencia de su hermana.

— si se casó con un Agreste, entonces deben estar viviendo en una casa súper lujosa— pensó, más fue su sorpresa cuando llegaron a la dirección que le habían dado. No era una mansión, era una casa grande, sí, pero común y corriente. Sin guardias en la puerta, una fuente de oro ni nada por ese rumbo todo era normal.

Dudo al momento de tocar el timbre, ¿qué le diría? ¿La recordaba? La puerta se abrió dejando ver a una mujer azabache de coletas largas, ojos enormes y se le veía con prisa aunque esa prisa desapareció cuando vio a Marinette frente a su puerta.

— ¿Ma-Marinette?— no entendía, pero sus ojos se nublaron y las ganas de llorar la abordaron.