Sesenta y dos

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Toco la puerta con timidez y escucho un adelante, entro dispuesta a intentarlo y al entrar vio como lo imaginaba.

Sillas en círculo y en ella varios jóvenes mirándose unos a otros, entre ellos estaba el doctor que la atendía.

— ¡Marinette, me da gusto que vinieras!— exclamó acercándose a la azabache.

— debía intentarlo— contestó y el doctor la guió con el resto del grupo. Le indicó su silla y volvió al centro— ¿En dónde estaba? ¡Ah si! Cada vez que se sientan solos en este mundo y sientan que nadie puede comprenderlos, piensen qué hay millones de oportunidades ahí afuera, millones de oportunidades de conocer personas que son como ustedes, jóvenes que se siente incomprendidos y fuera de lugar y cada una de ellas sienten lo mismo. No están solos chicos y para eso están aquí, para que lo comprueben. ¿Quién quiere empezar?

Una pelirroja con pecas en la cara levantó la mano tímida.

— ¡Brenda, perfecto! Cuando gustes— tomó asiento en su silla y todos pisaron su vista en la pelirroja.

— me llamo Brenda y tengo 18 años, vivo con mi hermano, ya que, mis padres querían deshacerse de mi y él me ayudo mucho. Durante años viví encerrada en una burbuja que solo podía traerme dolor y miseria hasta que un día trate de suicidarme— trago saliva antes de continuar— hace año y medio que vengo y estoy saliendo de mi burbuja y p-pues yo hice una caja con cosas que me hacían feliz— hablo y la emoción fue creciendo en su rostro— cada vez que algo me hace feliz, lo escribo y lo guardo en una caja junto a varias cosas que me recuerdan que puedo ser feliz.

— ¡Eso es increíble!— exclamó el mayor de todos— ¿Puedo tomar tu idea, Brenda?— la pelirroja asintió sonrojada— una gran ayuda en su lucha día a día es recordar ¿Qué los hace felices? ¿Por qué los hace felices? Ya sea un peluche, un juguete, un libro, unos lentes, ¡lo que sea! Mientras que a ustedes les haga sentirse felices vale la pena— los demás jóvenes prestaban mucha atención.

El turno de todos llegó, cada uno relataba su historia con fluidez pero quedaba la sensación que les había costado demasiado llegar hasta eso. Marinette se sorprendía y lamentaba por la situación de los demás chicos, hasta que llegó el turno de contar la de ella.

Se quedó en silencio unos segundos antes de tomarse fuertemente del brazo y comenzar.

— me llamo Marinette y soy nueva— comentó algo irónica— hace unos meses mi mamá murió en el derrumbe y eso generó un estrés postraumático e hizo que mis problemas de niña volvieran como ataques de pánico, depresión alta, insomnios, etc de cosas que no me hacían vivir tranquila— hablo con titubeos— hoy me dieron de alta en el hospital así que vine y creo que eso es todo no se que más decir— finalizó con una sonrisa nerviosa.

— con eso está bien, Marinette— comentó enseguida el doctor— todos aquí hemos pasado por algo que nos han detenido o no nos han dejado respirar mientras seguimos avanzando y esta bien buscar ayuda, está bien gritar, llorar, ser ustedes mismos sin temor porqué estoy seguro que son personas increíbles que tendrán una vida que puedan vivirla como quieran. El primer paso para sentirse bien con uno mismo es perdonar, cuando dejan ir ese sentimiento de rencor que tienen, sienten como si su alma hubiera sido libre del encierro y vuelto a salir.

La azabache lo sentía, sentía un peso menos en ella, más aliviada y segura de seguir avanzando.

Cuando acabo la sesión ya todos salían del salón hablando con otros intercambiando pequeñas palabras como «me alegra que mejores» «nos hablamos más tarde»

— ¿Qué te pareció?— preguntó el doctor hacia la azabache— realmente dudaba que vinieras.

— igual yo, pero lo hice y me gustó, siento que ellos sabrán que decirme— sonrió.

— que bueno que lo pienses, son buenos chicos si te das la oportunidad de conocerlos, no te arrepentirás.

Asintió, al final del pasillo los del grupo se quedaron esperando.

Inesperadamente para Marinette, la chica con pecas se acercó a ella con una sonrisa tímida.

— ¡M-Marinette!— exclamó sonrojada— n-nos preguntábamos si volverías la próxima semana— finalizó cabizbaja. La azabache miro de reojo a los demás que esperaban con ansiedad y nerviosismo giró su vista al doctor y luego regresó a la pelirroja.

— claro, espero que no les moleste añadir a una más— contestó con una sonrisa al final, la pelirroja levantó la vista con alegría y todos los demás llegaron al segundo.

— es tradición despedirnos con un abrazo grupal— comentó uno de los chicos, la azabache aún se sentía nerviosa dentro de mucha gente pero al ver como todos extendían sus brazos y se juntaban en un cálido abrazo sintió ganas de llorar.

¡Te odio Chat Noir! [Marichat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora