Cincuenta y cinco

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— ¡Lo adoro!— decía Bridgette con el rastro de crema en sus labios.

— sabía que te gustaría— sonrió de oreja a oreja.

— son como unas niñas— Tom las veía con una sonrisa melancólica.

— ¿Y qué con eso? Siempre seremos niñas para los padres— se defendió Bridgette.

— siempre serán mis pequeñas así es, su amor por el chocolate es infinito. Creo que Bri ama más al chocolate que a su esposo— rieron.

— no se lo digan pero tal vez— ahora los tres rieron.

Hace unas horas.

¡Debes probar el chocolate caliente de aquí!— pedía Marinette mientras se levantaba con rapidez de la camilla.

— ¿Dijiste chocolate caliente?— ancho su sonrisa— en Londres está haciendo un frío de los mil demonios me vendría bien un poco.

Cuando la azabache menor abrió la puerta su padre se encontraba frente a ella.

— hola papá— saludo Marinette. Bridgette se puso nerviosa al escuchar la voz del mayor y se acercó lentamente donde Marinette.

— Bridgette..— se asombro al verla, Marinette se hizo a un lado— no has crecido mucho en todo este tiempo— sonrió con algunas lágrimas en sus ojos.

— mamá no era tan alta que digamos, papá— sus mejillas ya estaban mojadas y su sonrisa no podía disminuir. Rieron por el comentario y no hubo más palabras y se abrazaron, tantos años alejados el uno del otro, padre e hija. Porque aunque no sean de sangre Tom cuido y crió a Bridgette con mucho amor.

— te extrañe mucho hija— comentó dándole un beso en su cabeza.

— yo también papá.

Marinette tomó su celular discretamente y les tomó una foto para recordar el momento en que su familia volvía a reconstruirse y estaba segura que esta vez no podría quebrarse.

— ¿Por qué sigues ahí? Ven para acá Nette— Bridgette no espero respuesta y la atrajo hacia ellos, los tres se dieron un fuerte abrazo y poco después se encaminaron a la cafetería.

Presente.

— ¿Por qué quisiste ser pintora?— pregunto Marinette.

— bueno, fue gracias a ti la verdad— respondió Bridgette.

— ¿Por qué gracias a mi?

— cuando eras más pequeña te gustaba dibujar y colorear lo que veías, obviamente lo hacías fatal, tenías unos cuatro años tal vez— miro a Tom y este confirmó la edad— y te gustaba que pintara contigo, lo que comenzó como: la actividad más aburrida del mundo, llegó a ser la actividad favorita de Bridgette.

— pero no recuerdo nada de eso, deberías recordarlo— comentó la azabache menor.

— eras muy pequeña hija— hablo Tom— Bridgette se fue tiempo después y es lógico que no recuerdes eso.

— ¿Quieres ver mi primer dibujo?— le pregunto tratando de cambiar el tema, Marinette asintió con ilusión.

Bridgette saco su móvil y entre la galería busco la foto marcada como favorita. Sonrió al encontrarla y le acercó el móvil a la ojiazul.

— lo llame: Nette

Era un cuadro de Paris de noche y el cielo estrellado daba la forma de una niña, los ojos grandes y delicados formados por estrellas que se unían como constelación, el color de la noche variaba de tonos, del más claro al más oscuro y jugaba con las sombras.

— ¿T-tú h-hiciste eso?— preguntó sin ocultar su sorpresa. Bridgette asintió— Bri, es increíble.

Le enseño la pintura a Tom y al igual que Marinette halagó su pintura.

— me fue difícil venderla y eso que muchos querían comprarla— contó— pero no pude, de todos mis trabajos, este es mi favorito y siempre lo será.

Antes de despedirse quedaron en reunirse una vez que Marinette salga del hospital.

— espero que puedas quedarte un poco más— comentó antes que se vaya.

— yo también querida, yo también. ¿Segura que no quieres que me quede? Puedo quedarme, por fis— pidió con ojos suplicantes.

— ni lo intentes, Marinette es más terca que tú y tú madre, ya intente convencerla de hacerle compañía y casi me bota a patadas— se hizo el lastimado.

— no exageres papá.

— está bien, nos vamos, pero llámame si necesitas algo por favor, vendré en la madrugada si es necesario. No me subestimes jovencita.

— ¡Okay, ya escuche! Ahora chau— dijo empujándolos levemente a la puerta de salida del hospital.

— te dije que nos botaría a patadas— volvió a decir Tom.

— ¡Adiós! Gracias por venir— les sonrío y ellos resignados se fueron.

Marinette volvió a su habitación con una sonrisa pequeña, una vez a solas Tikki salió a su encuentro.

— me alegro verte contenta otra vez— comentó.

— a mi también, Tikki, me da gusto tener una familia otra vez— le sonrió. Ambas platicaron un poco más hasta que la noche se hizo presente y ambas se dispusieron a dormir.

— buenas noches pequeña— le dio un beso en la cabecita y la moteada en la mejilla.

— descansa Mari— se escondió en su bolso y la azabache cerró sus ojos perdiéndose en el sueño.

Una sombra se acercó a la ventanilla de la paciente, tenía la silueta de un chico que con cautela se adentró en la habitación.

Camino de puntas hasta la camilla y con temor apartó un mechón de cabello de sus ojos. Con la mirada triste y la voz entrecortada pregunto.

— ¿Podrás perdonarme princesa?

¡Te odio Chat Noir! [Marichat]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora