Capítulo 9

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Ya casi había oscurecido cuando Sasuke ordenó que se detuviesen.

Naruto tenía tanto frío que hacía rato que había perdido la sensibilidad en las manos y en los pies. Tenía las mejillas tan heladas que se sentía así incluso por dentro.

Estaba convencido de que nunca más volvería a entrar en calor. En aquel instante incluso le habría gustado ir al infierno.

Apartó las manos de las riendas y se las metió bajo las pieles que le cubrían para frotarlas y ver si así recuperaba el sentido del tacto.

No tenía ninguna prisa por desmontar. De hecho, no quería poner los pies en la nieve. No quería hacer nada que implicase movimiento.

Respiró hondo para darse ánimos y se sujetó de la silla para empezar a bajar del caballo.

Sasuke apareció a su lado y levantó los brazos para ayudarle.

Milagrosamente, Naruto consiguió colocar las manos en sus hombros y dejó que le cogiese, pero cuando sus pies entraron en contacto con el suelo, se le doblaron las rodillas y se cayó de bruces en la nieve.

Sasuke se agachó de inmediato y, en cuanto sus manos tocaron su piel helada, empezó a soltar tal sarta de blasfemias que a Naruto le pitaron los oídos.

Le cogió en brazos y empezó a dar órdenes para que encendiesen hogueras y montasen el campamento.

—Sasuke, estoy bien. Sólo... tengo... frío.

Apretó los labios al notar que le castañeteaban los dientes. Tenía tanto frío que le quemaba la piel.

—No estás bien —le dijo Sasuke, preocupado—. Por todos los dioses, Naruto, ¿acaso pretendes matarte? ¿Por qué no vas vestido para el frío? ¿Y por qué diablos no me has dicho que te encontrabas tan mal?

Naruto habría preferido arrancarse la lengua antes que quejarse a Sasuke por algo.

En cuanto las hogueras estuvieron encendidas, Sasuke le llevó en brazos hasta unos troncos en llamas y se acercó tanto como pudo con el doncel sin quemarle la ropa.

Separó los dos extremos de la piel que llevaba de abrigo y colocó a Naruto contra su torso, con únicamente sus yukatas separando sus cuerpos.

Entonces le rodeó con los brazos y dejó que su calor pasase al doncel.

Fue maravilloso... durante un segundo.

En cuanto dejó de tener frío y su piel empezó a recuperar la sensibilidad, Naruto sintió como si un millar de hormigas le estuviesen mordiendo al mismo tiempo. Gimió de dolor y forcejeó para soltarse, pero sólo consiguió que Sasuke le abrazase con más fuerza para que no pudiese escapar.

—Me duele.

—Sí, lo sé, y lo siento, pero es lo que pasa cuando vuelve a circular la sangre. Tienes suerte de poder contarlo.

—No me sermonees. Ahora no. Al menos espera a que no tenga la sensación de que me están arrancando la carne de los huesos.

Sasuke se rió por lo bajo.

—No debes de estar tan mal si todavía puedes utilizar tu afilada lengua. Y yo no tendría que sermonearte si tú no fueras tan terco. Deberías haberme dicho antes de partir que no tenías ropa adecuada para el viaje. No te habría dejado viajar en condiciones tan adversas sin el abrigo necesario.

—Ya me estás sermoneando otra vez —masculló Naruto, acurrucándose contra el cuerpo de Sasuke para absorber su calor.

Cuanto más se recuperaba más temblaba. Los dientes le castañeteaban con tanta violencia que temió que fueran a rompérsele.

Nunca te enamores de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora