Capítulo 27

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—Los hombres están mejorando —le dijo Tsunade a Naruto mientras los dos estaban en el balcón, observando el patio de armas.

—Sí, así es. Ahora están motivados. Me alegro, porque la guerra cada vez está más cerca.

Se pasó una mano por el vientre incipiente.

La lucha era inevitable, pero no por ello dejaba de preocuparle. Se preocupaba por Sasuke, por su clan, por la familia de Sasuke. Se preocupaba por el futuro de su bebé.

—Estás arrugando la frente. ¿Te encuentras mal? Tal vez deberías tumbarte y descansar un rato.

Naruto negó con la cabeza.

Sasuke se preocupaba por él día y noche y había convertido en su misión personal asegurarse de que no tuviera que levantar ni un dedo para hacer nada.

Por desgracia, esa obsesión también había contagiado a Tsunade.

—Dime una cosa —le dijo—, cuando estabas embarazada ¿también te pasabas todo el día descansando?

La anciana frunció el ceño.

—Tenía trabajo que hacer. Por supuesto que no me pasaba todo el día descansando.

Al darse cuenta de lo que había dicho, miró mal a Naruto.

—Yo no estaba embarazada del próximo Lord del clan, ni tampoco era tan menuda como lo eres tú. Tu esposo se preocupa por ti. Deberías hacerle caso y descansar durante el embarazo.

—Ya descanso —masculló Naruto—. Todo esto es ridículo, pero tienes razón en una cosa, hay trabajo que hacer y necesitamos toda la ayuda posible para hacerlo, y sin embargo a mí me obligáis a quedarme de brazos cruzados. No tiene sentido. Estoy bien. No me he encontrado mal ni un solo día. Después del tercer mes, dejé de estar tan cansado.

—Lord Sasuke es un hombre muy decidido. No seré yo quien lo contradiga. Todo el clan sabe lo que siente por ti, así que no seré sólo yo quien te recordará cuál es tu deber.

—Si no hago algo pronto, terminaré volviéndome loco. No puedo quedarme aquí encerrado día tras día, cambiando una silla por otra. Me pondré gordo y me volveré un vago, ¿y sabes qué pasará entonces? Que Sasuke me dejará por gordo y vago.

Tsunade se rió.

—Oh, vamos, Naruto, no estarás embarazado siempre.

Sasuke se detuvo a mitad del entrenamiento y levantó la vista como si supiera que Naruto le estaba mirando. Le sonrió y asintió para demostrarle que le había visto.

Naruto sentía un extraño cosquilleo en el estómago siempre que Sasuke le miraba de esa manera.

Aunque no le gustaba que le sobreprotegiese tanto, al mismo tiempo le daba un vuelco el corazón al pensar en lo mucho que se preocupaba por su bienestar.

Sasuke todavía no había dicho en voz alta que sintiera algo por él, pero era obvio que a su corazón no le era indiferente.

—Algún día me dirás lo que quiero oír, Sasuke—susurró Naruto con convicción.

—¿Qué has dicho? —le preguntó Tsunade.

—Nada. Estaba hablando solo.

—Vamos. Está empezando a nevar.

Naruto permitió que la mujer le guiase de nuevo hacia el interior de la fortaleza y los dos se dirigieron al salón, para calentarse junto al fuego.

A pesar de que al principio no le había hecho ninguna gracia aprender a manejar la fortaleza, después de que Sasuke insistiese en que debía quedarse dentro, Naruto decidió que tenía que encontrar algo que hacer. Así que se había pasado muchos días sentado junto al fuego, escuchando las lecciones que Tsunade le daba.

Nunca te enamores de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora