Capítulo 18

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Naruto se apretó con cuidado el ojo que todavía tenía hinchado e hizo una mueca de dolor al tocar la zona más maltratada.

Sasuke estaba en el patio de armas, dirigiendo el entrenamiento de los hombres.

Se había ido después de asegurarse de que comía algo y tras recordarle que debía descansar.

La verdad era que a lo largo de la última semana había descansado más de lo que podía soportar.

También se había recreado en su desgracia, se había deprimido, se había enfrentado a su miedo y a su fracaso.

Y ahora... ahora estaba furioso.

Furioso con los hombres que habían entrado en sus tierras.

Furioso por la cobardía de Danzo Shimura.

Furioso por estar indefenso mientras le atacaban.

Ya no podía aceptar la imposición de Sasuke de convertirse en la materialización de su fantasía sobre el doncel perfecto: dulce, abnegado, dócil y obediente.

No era esa persona.

Sasuke tendría que haberlo pensado mejor antes de casarse con él, si de verdad le parecía tan poco aceptable.

Se vistió con sus pantalones y con la túnica que reservaba para ocasiones especiales. Era suave y no tenía manchas ni agujeros por ninguna parte y por fin le habían cosido el dobladillo.

Era de terciopelo azul con bordados plateados.

Había tenido que ahorrar durante tres años para comprársela, pero era la prenda más bonita que poseía y mucho más cómoda y práctica que todos esos elegantes kimonos.

Se sacudió el polvo de las botas y se pasó un dedo por encima de la zona que cubría el dedo gordo del pie. Allí el cuero era tan fino que estaba a punto de agujerearse.

Necesitaba un par nuevo, pero era un lujo que no podía plantearse cuando todo su clan llevaba botas igual o más gastadas.

Eso no impedía que soñase con lo bien que le sentarían unas nuevas.

Forradas de piel...

Prácticamente podía sentir que las llevaba puestas.

Se incorporó y de inmediato se llevó una mano al cuello para tocarse la zona dolorida.

Todavía le costaba tragar y seguía teniendo la voz ronca.

Probablemente ofrecía un aspecto lamentable, pero después de pasarse tantos días encerrado, por fin estaba listo para salir de su dormitorio.

Bajó la escalera y durante un segundo sintió un poco de pánico por abandonar la seguridad de sus aposentos.

Se detuvo a la mitad, veía puntos negros y le costaba respirar.

Sentirse tan débil le ponía furioso.

Apretó los puños, cerró los ojos y respiró profundamente por la nariz.

Se había pasado demasiados días escondido, porque la mera idea de salir de su habitación le aterrorizaba, aunque jamás reconocería haber sentido tal debilidad.

El ataque y los días siguientes al mismo habían sido la peor humillación que había sufrido en toda la vida.

—Mi señor, no tendríais que estar fuera de vuestros aposentos. ¿Necesitáis que os ayude a volver? ¿Deseáis algo? Será un placer ir a buscarlo.

Naruto levantó la vista y vio al comandante de Sasuke en medio de la escalera, bloqueándole el paso.

Le sujetaba con delicadeza por el brazo y le miraba preocupado.

Nunca te enamores de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora