Capítulo 35

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Naruto se despertó angustiado.

Le dolía todo el cuerpo, era como si la piel no fuese capaz de contenerle.

Tenía los labios secos y vendería su alma a cambio de un vaso de agua.

—Oh, ya estás aquí —le dijo una voz.

—Oh, dioses, me he muerto, ¿no? —preguntó el doncel, enfadado.

—No, ¿por qué lo dices? —se rió la voz.

—Porque tienes la voz de un ángel.

Naruto abrió un ojo.

Nunca se había imaginado que hacer algo tan insignificante pudiese dolerle tanto.

—Deidara —suspiró—. Estás aquí.

Entonces comprendió que no sabía dónde estaba y frunció el ceño.

Miró a su alrededor y descubrió que se encontraba en sus antiguos aposentos de la fortaleza Uzumaki.

—Sí, estoy aquí. ¿Dónde iba a estar cuando mis seres queridos requieren de mis cuidados?

Deidara se sentó en la cama a su lado y le acercó un vaso de agua.

—¿Te apetece beber un poco?

—Más que respirar.

Su primo se rió.

—Un poco exagerado, ¿no crees?

Naruto estaba tan muerto de sed que vació el vaso sin importarle el dolor que le causaba beber.

Cuando terminó, volvió a recostarse en la almohada y cerró los ojos un segundo para ver si así lograba hacer retroceder los espasmos que empezaban a sacudirle.

—¿Por qué estoy aquí? —le preguntó a su primo.

No quería hacer elucubraciones sobre por qué no estaba en la habitación con Sasuke, la habitación que habían compartido desde la noche en que su esposo fue a buscarle donde ahora se encontraba.

Deidara le pasó una mano por la frente y le acarició.

— Has pasado varios días ardiendo de fiebre. Quería que estuvieras en una habitación sin ventanas. El viento todavía es muy frío y tampoco quería que pasaras calor por culpa de una chimenea.

—Nada de lo que dices tiene sentido —le dijo Naruto, cansado.

Deidara le sonrió cuando volvió a abrir los ojos.

—¿Dónde está Sasuke? —hizo por fin la pregunta que había aparecido primero en su mente.

—Todavía no se ha despertado.

Naruto se levantó con torpeza y estuvo a punto de desmayarse del dolor que sintió en la espalda.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —preguntó entre dientes, haciendo caso omiso de los intentos de Deidara de que volviera a la cama.

—El viaje de regreso os llevó dos días y te has pasado los últimos siete días inconsciente por la fiebre.

El pánico cerró la garganta de Naruto. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza, pero logró apartar a Deidara de su camino y salir de la cama.

—¿Dónde está? —quiso saber, mientras se tambaleaba hacia la puerta.

—Dónde está ¿quién? Detente de una vez, Naruto. Estás demasiado débil y todavía tienes fiebre.

Naruto abrió la puerta.

—Sasuke —contestó—. ¿Dónde está?

—En sus aposentos, ¿dónde iba a estar, si no? Y ahora, vuelve a la cama. Por todos los dioses, vas en camisón.

Nunca te enamores de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora