Capítulo 36

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—¡Ay! —exclamó Naruto cuando Minato le puso otra horquilla en el pelo. Intentó frotarse la zona dolorida, pero Deidara le cogió la mano y se la alejó de la cabeza.

—Es importante que hoy estés perfecto —le dijo Minato.

—No entiendo por qué —masculló Naruto—. Si el rey quería darme las gracias, habría bastado con una reunión en privado. Toda esta pompa me pone de los nervios.

Deidara y Minato intercambiaron una mirada de complicidad y Naruto les pilló.

—¿Qué? ¿Qué estáis tramando vosotros dos? He visto cómo os mirabais.

Deidara puso los ojos en blanco.

—Sólo queremos que estés impresionante. Has tardado mucho en recuperarte. Hoy hace un día precioso y tienes que brillar tanto como el sol.

—Eres un zalamero, Deidara. Te veo venir. Quiere halagarme para ver si así me olvido de esa mirada que he visto antes.

Minato se rió.

—Oh, Naruto, para ya. Deja que te vea.

Minato se apartó y Naruto se pasó nervioso una mano por el vientre.

Deidara y Minato le habían modificado un poco el kimono para que no le quedase demasiado apretado a la altura de la cintura.

El resultado, tenía que reconocerlo, era espectacular.

La prenda le caía flotando hasta los tobillos, ocultando su embarazo. Lo único que delataba su estado era la leve dilatación de la cintura. Y el kimono en sí era una obra de arte.

Naruto apenas podía creerse que aquella maravilla le perteneciese.

Metros y metros de terciopelo ambarino con hilos dorados y bordados color cobre. Era un canto a los tonos de su melena y a los del mismo atardecer.

A pesar de sus quejas, Naruto deseaba estar impresionante.

Sí, quería que Sasuke le mirase y no viese a nadie más.

No estaba nervioso por la visita del rey ni por la ceremonia de agradecimiento. A él sólo le preocupaba la reacción de Sasuke cuando le viese.

—Es la hora —dijo Minato.

—¿La hora de qué? —preguntó Naruto, exasperado—. Os estáis comportando de un modo muy raro, con tantos secretos.

Deidara le sonrió misterioso y le cogió del brazo para guiarle fuera de la habitación.

—Tenemos que acompañarte al balcón que queda encima del patio de armas.

Los dos donceles le cogieron uno de cada brazo y se encaminaron con él hasta la puerta que precedía dicho balcón.

Naruto entrecerró los ojos cuando le iluminó un rayo de sol, pero dejó que el calor se colase por sus poros.

Le gustaba poder estar de nuevo en el exterior e inhaló profundamente la brisa perfumada.

La primavera había tardado en llegar, pero por fin lo había hecho y la colina estaba completamente cubierta de verde.

La nieve hacía días que había desaparecido y su espacio lo habían ocupado alfombras de colores.

Abrió los ojos y, al bajar la vista, vio que los guerreros Uzumaki se habían reunido en el patio de armas.

A la derecha se encontraban los hermanos de Sasuke y, junto a ellos, estaba sentado el rey, rodeado de sus guardias.

Naruto buscó a Minato y a Deidara para comentárselo, pero entonces descubrió que habían desaparecido y le habían dejado solo.

Confuso, volvió a mirar hacia el patio de armas y vio a su esposo dirigiéndose hacia el grupo de guerreros.

Nunca te enamores de un UchihaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora