Sasuke estaba de muy mal humor.
No había pegado ojo en toda la noche.
Al final se rindió, incapaz de seguir soportando ni un segundo más la tortura de tener el cuerpo desnudo de Naruto pegado al suyo.
Tenía una erección como la copa de un pino. Incluso después de escabullirse de la cama en busca de la intimidad necesaria para poder solucionar el asunto, seguía estando dolorosamente excitado.
Aún tenía el sabor de Naruto impregnándole la lengua. Su perfume seguía inundándole las fosas nasales. Su cuerpo lleno de sinuosas curvas lo atormentaba. No importaba si abría o cerraba los ojos, no podía dejar de verle retorciéndose de placer bajo su boca.
—Por todos los dioses —masculló.
Perder la cabeza así por alguien ya los había metido, a él y a su clan, en más líos de los que podía soportar.
Se acostaría con Naruto en cuanto llegasen a la fortaleza Uzumaki y entonces podría empezar a distanciarse de él.
Lo único que necesitaba era un buen polvo.
Hacía demasiado tiempo que no estaba con nadie.
Sí, eso era lo que pasaba.
Necesitaba relajarse un poco y entonces recuperaría el sentido común y podría tomar decisiones con el órgano que tenía en la cabeza y no con el que tenía entre las piernas.
Consciente de que todavía faltaba para que los demás se despertasen, bajó la escalera y se dirigió al patio de armas.
Había nevado y el sendero estaba bloqueado.
Soltó una maldición y se quedó mirando el blanco manto de nieve recién caída.
Al menos había dejado de nevar y el cielo estaba despejado. La luna e incontables estrellas brillaban en el firmamento y reflejaban la nieve con tanta intensidad que incluso parecía de día.
—Buenos días, Sasuke.
Él se dio media vuelta y vio a Shisui a pocos metros de distancia.
—Hace frío, Shisui. ¿Dónde están tus pieles?
El otro hombre sonrió.
—No quiero que se mojen antes de empezar nuestro viaje. Nos congelaremos de frío de camino a la fortaleza Uzumaki.
Sasuke se quedó observando al guerrero que durante tanto tiempo había servido fielmente a su hermano.
Nunca había conocido a un hombre más leal. Se alegraba de que fuera a acompañarlo, pero al mismo tiempo le preocupaba.
—¿Qué opinas de que Madara te haya ordenado venir conmigo?
Shisui recorrió la fortaleza con la mirada hasta detenerla en aquel patio de armas donde habían entrenado durante tantos años, y luego en los muros de detrás, que ahora habían empezado a reconstruir gracias a la dote de Minato.
—Será duro abandonar el que ha sido mi hogar durante tanto tiempo, pero las cosas están cambiando. Madara se ha casado y cuando Ryu esté lo bastante fuerte para viajar partirán rumbo a Kumogakure. Itachi se convertirá en Lord de los Uchiha. Sí, las cosas están cambiando y la verdad es que estoy impaciente por enfrentarme a nuevos retos. Y eso es lo que significa para mí acompañarte a las tierras de los Uzumaki.
—Me alegro de que vengas conmigo —reconoció Sasuke—. Será muy difícil convertir a los Uzumaki en guerreros como los Uchiha. No tenemos demasiado tiempo para ponerlos en forma y Madara está impaciente por deshacerse de Danzo de una vez por todas.
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Nunca te enamores de un Uchiha
AcakSasuke Uchiha era un joven temerario y enamoradizo que estuvo a punto ver a su familia destruida por culpa de la traición de una mujer. Por eso ahora antepone siempre la lealtad que siente por los suyos a los deseos de su corazón y accede a casarse...