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Culminar la mudanza nos tomó más tiempo del que habíamos previsto, nos tomó un total de ocho días en acabar, por lo que vine a Sandie's a comprar café y algunos panecillos para celebrar

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Culminar la mudanza nos tomó más tiempo del que habíamos previsto, nos tomó un total de ocho días en acabar, por lo que vine a Sandie's a comprar café y algunos panecillos para celebrar.

La mudanza había convertido mi vida en un desastre mayor. Todo el día estaba de un lado al otro, corriendo buscando terminar todos mis quehaceres para poder tomar unas cajas y llevarlas al nuevo departamento. Por suerte nuestro adorable grupo de amigos estuvo muy pendiente de nosotras, ayudándonos con todo lo que se encontraba a su alcance.

La señorita del mostrador me entrega mis cinco cafés perfectamente acomodados en uno de esos empaques para llevar, los tomo y le doy las gracias.

Guardo mi billetera en el pequeño bolso camel el cual hace juego con mi suéter casimir y me doy la vuelta mientras intento acomodar los cafés entre mis brazos.

En la mesa del fondo veo a un hombre, de suéter azul noche, leyendo un libro. Levanta sus ojos de las páginas y su mirada choca con la mía por un segundo. Cabello rubio, ojos azules y expresión huraña... se parece a Tom, pero sé que no es él, él si está afeitado.

Me siento un poco mal al pensar en cómo lo he ignorado últimamente, pero es que no puedo evitar seguir sintiendo decepción de él. Es extraña la manera en la que esto me afecta.

Descarto los pensamientos acerca de Tom.

—Aria.

Me quedo de una pieza frente al mostrador al escuchar la voz de Roy a mis espaldas.

Carajo.

¿Qué quiere el chango traidor ahora?

—Aria –vuelve a llamarme.

Giro despacio, dándole la cara.

—Roy.

Roy se levanta de su asiento frente a la ventana y viene a mi encuentro. Se arremanga la camisa y me sonríe, nervioso. Se ha rasurado la barba y cortado el cabello, agradezco a Dios mentalmente por hacerlo recapacitar sobre su idea de dejarse el cabello largo.

—¿Cómo estás? –pregunta.

—Bien –respondo sin entender de qué va todo esto.

Roy me sonríe amable.

Esa sonrisa de niño bueno no me engaña. Me resisto de golpearlo en la cara.

Bien, el primer encuentro con él fue casual, uno más es un suplicio...

—Creo que debo irme –digo—, pero fue bueno verte...

Acomodo bien los paquetes en mis brazos e inicio la breve caminata hacia la puerta del local.

—No, no te vayas...

Roy me retiene del hombro.

—¿Necesitas algo? –pregunto sintiéndome exasperada.

EL PLAN SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora