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—Ay, Tom —susurro su nombre intentando ser lo más discreta posible

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—Ay, Tom —susurro su nombre intentando ser lo más discreta posible.

Aguanto la respiración durante unos segundos mientras Tom me presiona más contra la húmeda pared de la ducha.

—Tom... —jadeo—, Tom...

Sin poder evitarlo gimo más fuerte de lo que a ambos nos hubiese gustado, dada la situación, y sin control de mí misma no consigo cerrar mi boca.

Tom ríe con el rostro escondido en mi cuello.

Mi cuerpo se relaja masivamente, suelto mis piernas y quedo de pie, frente a él.

La puerta de la ducha se abre y el vapor comienza a salir.

—¡ASÍ LOS QUERÍA AGARRAR, PUERCOS! —grita Dakota.

Como reflejo me cubro tras el desnudo cuerpo de Tom, mientras este estira sus manos cubriendo su entrepierna.

—¡¿A MI ME VAN A ENGAÑAR?! —exclama poniendo sus brazos como jarra.

Trae su antifaz para dormir sobre la maraña de cabello y su blusa de satín abrochada erróneamente.

—Dakota —le riño avergonzada.

—¡Si van a tener sexo en secreto el cual no es el caso porque ya todo el mundo se ha dado cuenta de lo que se traen ambos, por lo menos asegúrense de esconder la evidencia!

—Fuera —le chillo.

—¡La ropa de ambos está tirada por todos lados y ni mencionar que nuestro amigo el otro día olvidó su ropa interior! —dice con la risa escapándosele de a pocos— Ah, y... sean más prudentes, chicos, son las seis de la mañana ¿No es un poco temprano para la cochinada?

¿Pero qué...?

—FUERAA —grito.

Dakota estalla en carcajadas y sale corriendo de mi baño regocijándose en su alegría.

Media hora más tarde nos sentamos los tres sentados en la pequeña mesa amarillo pastel desayunando en silencio. Las mejillas de Tom siguen rojas y mira su croissant con vergüenza.

Bebo de mi taza con leche despacio.

—¿Por qué me miras así? —le dice Dakota a Tom.

—¡Me viste las bolitas! —le chilla como cría de cinco años.

Estallo en carcajadas al oír eso y la leche que estaba en mi boca me la escupo encima.

—Bolitas ni tanto, querido —dice Dakota.

Me limpio la boca con una servilleta e intento apaciguar mi risa.

Tom se sacude como si sintiese asco y aparta su croissant de él.

—Creo que ya deberíamos irnos —dice.

—¿No te vas a comer eso? —pregunta Dakota.

—Nah —responde él.

EL PLAN SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora