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Salpico el agua hacia las paredes de la bañera una y otra vez, sin saber por qué lo hago realmente

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Salpico el agua hacia las paredes de la bañera una y otra vez, sin saber por qué lo hago realmente. Cubierta por espuma con aroma a lavanda pienso en lo sucedido anoche con Tom y llego a la conclusión de que es absurdo seguir negando mis sentimientos por él, porque ya no hay razones para hacerlo.

Con los dedos de los pies abro el grifo de la bañera y lo vuelvo a cerrar, y así múltiples veces.

Me gusta mucho Tom y yo a él.

Debería estar contenta ¿no? Me gustaría poder permitirme soñar con eso un buen rato, pero esta mañana vi el calendario y como acto consecutivo recibí una llamada de la modista encargada de mí vestido de novia, diciéndome que debía llevarme el vestido sí o sí. Le pedí que me lo enviara en cuanto pudiese, ahora sé que debo pensar en qué hacer con él.

¿Qué estaría haciendo ahora mismo si no hubiese terminado con Roy?

Considerando la fecha, estaría revisando los últimos detalles de la recepción y organizando mi despedida de soltera. Mi madre me habría comprado unos preciosos sofás color arena para decorar la sala del espacioso departamento que probablemente Roy y yo hubiésemos comprado la semana pasada.

Me pregunto a mí misma si en el fondo deseo que esa fuese mi vida actual, y la respuesta es una duda.

Cierro y abro el grifo preguntándome a mí misma cuándo Roy se convertirá en un simple recuerdo distante. La herida que dejó estaba sanando por sí misma, pero no podía evitar toquetear un poco esa herida de vez en cuando. Ya no deseaba respuestas a preguntas que ni siquiera debí formular desde un inicio, no deseo entender por qué me hizo lo que me hizo, ya no hay nada qué entender.

Supongo que así funciona la vida, tienes algo y luego no lo tienes más, y dependiendo de lo que hay dentro de ti, dependiendo de lo que el universo considere que mereces luego te toca algo mejor o algo peor.

Por ahora creo estar en la transición, estoy en medio del camino, perdí algo y lo que merezco recién está llegando a mí, no sé si es así, pero asumo qué está llegando.

Por ahora me siento contenta con lo completa que me sentía estando al lado de Tom, comienzo a sentirme adicta a la sensación de sosiego que me provoca. No sé si sea correcto esto de solo acostarme y compartir uno que otro momento de cariño con él, no sé qué nos traerá eso a largo plazo.

Pensar en él me provoca un leve hormigueo en el cuerpo, mi cuerpo entero despierta y comienzo a sentir ganas de reír. Tom me provocaba cosquillas, qué cómico.

No sé qué me gusta exactamente de él, ni sé cómo empecé a sentir esto por él, pero me encanta, y todo está bien ahora, por lo que debo dejar de preocuparme.

Salgo de la bañera envuelta en el albornoz.

—¿Te sientes mejor? —me pregunta Dakota sentada a los pies de mi cama.

—Aún me duele la espalda baja —respondo, envolviendo mi cabello con una toalla.

—Qué habrás hecho anoche para tener contractura muscular —dice riendo pícara.

Pongo los ojos en blanco.

—Te dije que me quedé dormida en el sofá—me defiendo.

Había decidido no contarle a Dakota nada hasta tener en claro qué pasaba entre Tom y yo. O hasta saber qué clase de relación mantenemos por ahora.

—¿Tú en el sofá y él en la cama? —pregunta cruzándose de brazos— Eso no es muy hospitalario.

—Estaba enfermo, no iba a quitarle su cama —le digo.

—Deberían comenzar a salir —dice ella—, no veo porqué siguen perdiendo el tiempo...

—Comienzo a trabajar mañana —le digo—, no creo tener tiempo para comenzar a salir con alguien.

—Solo son dos días a la semana —dice ella—, puedes con eso.

—Quiero concentrarme en los exámenes finales y en las pasantías.

—Qué pena que no están en la misma firma —dice ella apenada—, tú en Cooper & Brolin y él en Hardin & Bosselli.

—Me encanta lo creativos que son los profesores para ponerle nombre a sus firmas —comento deslizando una camiseta sobre mi cuerpo.

Dakota me mira fijamente unos segundos, inspeccionando mi cuerpo.

No me incomoda.

—Ya dime la verdad —exige.

—¿Qué?

—¿Tuvieron sexo anoche? —dice— Dime, prometo no decirle a nadie, no me emocionaré.

Por un segundo me encuentro apunto de confesarle la verdad y hablare una hora seguida sobre lo fantástico que es Tom y sobre mis alocados sentimientos de adolescente enamorada.

Pero mantengo expresión serena y pronuncio un confiado "NO".

—No te creo —dice.

—El chico tenía treinta y nueve grados de fiebre y físicamente estaba destruido, no sucedió nada —afirmo esperando que esta vez deje el tema.

—No te creo —repite con expresión exasperada.

—Bueno, te diré la verdad —digo.

Los ojos azules de Dakota se iluminan como dos enormes faros y una sonrisa de emoción se expande por su rostro.

—Nos besamos algunas veces y me dijo que le gustaba mucho —digo.

Y luego tuvimos sexo, como dos veces, en su cama y en el sofá.

Dakota chilla de emoción y pega saltos sobre mi cama.

—¿Y qué le dijiste? —pregunta tomándome por los hombros.

—Que también me gustaba mucho —respondo.

—¡Lo sabía! ¡Sí! ¡Es el destino! —exclama con emoción.

Me cruzo de brazos, negando múltiples veces con la cabeza.

Necesito organizar mi cabeza y poner en claro mis sentimientos, urgentemente. No puedo convertir mi vida en un enredo.

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