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El lunes por la tarde me encuentro en camino al centro comercial pensando en comprar blazers y tacones nuevos con el dinero que me dio mi padre

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El lunes por la tarde me encuentro en camino al centro comercial pensando en comprar blazers y tacones nuevos con el dinero que me dio mi padre. Revisando mi closet noté que no tenía ni un solo atuendo apropiado para ir al trabajo, por lo que tuve que hacer un pequeño sacrificio y venir a comprar ropa.

Dakota había llegado por la mañana, los problemas en casa se habían solucionado por lo que regreso contenta. En el camino al centro comercial le hablo a Dakota sobre mi fin de semana aquí en casa.

—¿Entonces no usaste los condones? —pregunta con desilusión.

Ella hace una mueca de tristeza desviando su mirada de la carretera hacia mí.

—Bueno, respecto a eso... —digo insegura de si contarle o no.

Su rostro se ilumina con una sonrisa esperanzadora.

—Cuéntamelo todo —chilla.

—La verdad...

—¿Con quién? ¿Cómo? ¿Dónde? —me bombardea con las preguntas haciéndome imposible responder a alguna.

—Pero cállate, déjame hablar —digo riendo.

—Okay, te escucho... —dice eufórica.

—Después de beberme todo ese jarrón de cerveza, ganar mí premio y gritarle al clon del chango traicionero, todos fuimos al estacionamiento, y... la verdad no recuerdo nada después de eso —le digo.

—¿Y cómo sabes que usaste los condones? —pregunta.

Ella me mira tensa, esperando a que diga lo que quiere escuchar.

—Seré directa —bufo—: usé tus condones con Tom Witt.

La mandíbula de Dakota cae al suelo y comienza a gritar de la emoción.

—¡Pero no sueltes el volante! —le grito.

Ella pone sus manos en el volante y gira levemente, mirándome maravillada.

—¿Es bueno? —pregunta.

—Oh, sí, es excelente, es tan candente... —gimo sarcástica— ¿Qué parte de no recuerdo nada no entendiste? —pregunto poniendo los ojos en blanco.

Ingresamos al parking del mall.

—No puedo creerlo, me voy un fin de semana y suceden cosas como esta —dice incrédula.

—Se quedó el resto del día conmigo en el departamento, cocinamos, hablamos, me leyó un rato y después...

—¿Lo volvieron a hacer? —pregunta.

—No, se fue a su casa a dormir —le digo.

—Suena a que tuviste un lindo fin de semana —dice sonriendo dulce— ¿Han vuelto a hablar?

—La verdad no hemos hablado —admito—, pero ambos quedamos en que lo del sábado fue un error y que no volvería a suceder.

—Patrañas —dice ella bajando del auto.

EL PLAN SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora