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Bebo mi café con las manos temblando y me miro al espejo comprobando mi maquillaje cada cinco minutos

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Bebo mi café con las manos temblando y me miro al espejo comprobando mi maquillaje cada cinco minutos. Demonios, estoy más nerviosa que en el primer día de clases o cuando te toca hablar frente a un público grande.

Estoy en un tira—y—jala conmigo misma desde la mañana, una parte de mí está lista para ingresar a esa oficina y conseguir lo suyo y la otra parte solo quiere correr a refugiarse bajo las sábanas lo que queda del día.

Compruebo mi imagen en el espejo otra vez antes de tomar mi bolso y salir del departamento hecha un manojo de nervios.

—Suerte, te ves preciosa —dice Dakota mandándome un beso desde el sofá.

—Gracias —le sonrío.

Cooper & Brolin LLP. Se encuentra en un antiguo pero encantador edificio en el centro de la ciudad.

No sabía qué esperar de este día en realidad, todo este tiempo me he imaginado como el bendito Leo DiCaprio en El Lobo de Wallstreet, pero sé las pasantías están lejos de ser así.

Bajo del taxi sintiéndome incluso más nerviosa que antes.

Me tomo unos segundos para revitalizarme con el frío aire de la ciudad y calmarme internamente.

Yo puedo con esto, yo quería esto, debo dejar de ser tan marica.

Me aferro a la correa del bolso y me acerco a las imponentes puertas del edificio.

Un apuesto hombre uniformado me abre las puertas con una cordial sonrisa.

El profesor Cooper me espera en el vestíbulo del edificio. Lleva un impecable traje gris a juego con su barba. De repente, siento que usar camiseta y un blazer fue mala idea. Me ajusto el bolso al hombro y me acerco al profesor.

—Profesor Cooper —le saludo.

—Hola, Ritt, tu puesto está en el piso doce, habla con la recepcionista, ella te dará indicaciones de todo —dice—, tengo que atender a un cliente, de lo contrario yo mismo te llevaría.

—Oh, no se preocupe, me las arreglaré —digo entusiasmada.

—Eres brillante, lo notarán al instante —dice el profesor antes de subir por las escaleras.

Yo voy en dirección al ascensor.

En efecto tendré mi propio escritorio, eso es seguro, la cosa está en que no se encuentre en el cuarto de copiado, al lado del tacho de basura comunal.

Entro al ascensor hiperventilando.

Pienso en cada una de las historias como becarios que me han contado mis amigos que sí han hecho prácticas, e incluso recuerdo las historias de los primeros de mi padre como abogado, e inevitablemente llego a una conclusión: mi carrera empieza y muere hoy.

En cuanto he llegado al doceavo piso, le apuro al paso para llegar al escritorio de la recepcionista, para mi mala suerte doy un traspié al llegar a este.

EL PLAN SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora