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Entramos a mi departamento aún bastante acalorados por la maratón que nos hicimos

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Entramos a mi departamento aún bastante acalorados por la maratón que nos hicimos.

—¿Quieres agua? —pregunto yendo hacia la cocina.

—Te lo suplico —dice dejando la mitad de su cuerpo caer sobre la barra de la cocina.

Saco de botellas de agua de la refrigeradora y le entrego una.

Me da pereza servir en vasos.

Arrastro mis pies hasta el sofá y me desmayo sobre este.

Tom viene hacia mí y se deja caer sobre mi cuerpo, aplastándolo.

—¡Ay, Tom! ¡Pesas mucho! —lloriqueo intentando bajarlo de mi encima.

—Una vez que me instalo nadie me saca —dice con el rostro aplastado en mi cuello.

Por un momento recuerdo los berrinches que hacía mi hermano cuando mamá le decía que desconecte su consola de la TV de la sala, él lloriqueaba que la tele era de todos y mi mamá le decía que no, que era suya y de nadie más.

Me rio al recordar el semblante enfurecido de mi hermano, yo burlándome de él y luego rodar tres peldaños de las escaleras después de que él me empujara.

Los labios de Tom rozan mi cuello en el momento en el que comienza reír, el pequeño e inocente roce envía miles de corrientes eléctricas por lo largo de mi cuerpo.

—Fuiste la heroína de alguien, Aria —dice él saliéndose de mi encima.

Tomo una gran y sonora bocanada de aire mientras intento llenar mis pulmones.

—Tom, me dejaste sin aliento —digo llevándome las manos al pecho.

—Te comparto el mío —dice burlón antes de plantarme un beso en los labios.

Levanto ambas manos y le hago reverencia.

—¡Caray, que galán! —exclamo divertida.

Tom ríe.

—Por lo menos ya no te falta oxígeno en los pulmones —dice encogiéndose de hombros.

—Pero ahora parece que te falta a ti —digo.

Tom levanta ambas cejas fingiendo gran sorpresa.

—¿Ah, sí? —pregunta.

—Sí —respondo.

—¿Qué vas a hacer para ayudarme? —pregunta.

Me acerco lentamente a su rostro, relamiendo mis labios, y teniendo mis labios a unos centímetros de los suyos cambio de rumbo hacia una de sus orejas.

—Puedo abrir las ventanas —susurro provocándole una carcajada.

—¡Caray, Ritt! ¡Qué coqueta terminaste siendo!

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