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 La sesión está en sus últimos segundos, hemos tenido un solo receso y estoy muerta de miedo

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La sesión está en sus últimos segundos, hemos tenido un solo receso y estoy muerta de miedo.

No quiero arruinarlo, pero ya empecé a hablar y no puedo hacerme para atrás ahora. Solo me queda hacer lo posible para que Elle confiese que mató a su padre ella misma.

Formulo mi pregunta sobre lo que hizo momentos previos al hallazgo del cadáver de su padre, me sorprendo a mí misma manteniéndola voz firme y mi postura inquebrantable.

—No lo sé, yo estaba durmiendo en ese momento —dice encogiéndose de hombros.

—¿Así que solo llegó a casa, se fue a la cama, escuchó el disparo y encontró el cuerpo del señor Gustav Baraff tendido a los pies de la escalera? —pregunto.

—Ya le dije que sí —contesta encarnando una ceja—, y ella estaba ahí con el arma en las manos.

—Su hora de salida era a las dieciséis treinta —digo—, salió temprano al parecer.

La jueza me mira.

—Eso no es una pregunta.

—Lo siento —murmuro.

Giro nerviosa, a ver al profesor Cooper, este me hace seña de que me calme y me levanta un pulgar.

Tomo una profunda respiración e intento mantener la cabeza fría y aferrarme a mi plan.

—Decidí quedarme a revisar unos papeles —dice fastidiada— ¿A dónde quiere llegar con esto?

—¿Hay algo que la haya mantenido preocupada en los últimos días o semanas antes de la muerte de su padre? —pregunto— ¿Qué la hizo querer sacar una licencia para armas de manera tan urgente?

—El país cada vez es más inseguro —responde—, hace tan solo dos semanas hubo un tiroteo en un supermercado cercano a mi gimnasio, creí que así estaría más segura.

—¡MENTIROSA!

Reconozco la voz de la mujer, es la hermana de Gustav.

Me giro a verla, tiene los ojos cristalizados y mira a Elle con furia.

—Receso —dice la jueza.

Me encuentro afuera del tribunal con Daniel a mí lado, craneando alguna manera de hacer que Elle habrá la bocota y se sabotee así misma.

—Mierda —gruñe—, puedo oler mi despido desde aquí...

—Ya me veo de nuevo en el cuarto de copiados, y llevando cafés a toda la maldita oficina —digo golpeando mi cabeza contra el muro.

Daniel se lamenta sentado sobre una de las gradas del edificio.

Me encuentro a punto de ir a sentarme con él y darme por vencida, pero entre el grupo de personas que ingresan a la corte logro ver el rostro de Liam Mcgarden, su mirada conecta con la mía y apresura el paso.

EL PLAN SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora