CAPÍTULO XXII

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-Buenos días, deberías estar en cama ¿Qué haces aquí? – dijo Dom abrazándolo por la espalda

-Quería hablar con mi… papá – respondió, le costaba tanto aceptar todo

-tranquilo, con el tiempo será más fácil – le acaricio el rostro – mira, almorzaremos en un lugar que me recomendaron y por la tarde iremos al cine ¿te parece?

-Si, pero…

-Por Javier no te preocupes, esta bien, el sabe que te sacaré de aquí

-Esta bien, gracias por todo lo que haces por mi… me sentía muy mal y solo

-Dejame eso a mi, yo me encargaré de que no sientas eso de nuevo – dijo para luego besarlo, Dario se quedo estático, le costaba tanto siquiera corresponderle, tenía rota el alma, pero sentía que con Dom si podía ser feliz, más allá de todo lo que había pasado

Los días fueron transcurriendo, todo iba medianamente mejor, Dario aún tenía crisis nocturnas, las pesadillas iban mermando su cause, pero le era inevitable borrar los recuerdos, los gritos de Javier eran cada vez más escasos, el evitaba quedarse en casa, salía de viaje u optaba por pasársela en su oficina, tenía culpa, más que por Dario era por Bea, sentía la necesidad de verla, encontrarla y contarle toda la verdad, contrato un detective privado que tras pasar los días no le daba ningún resultado, parecía que el destino evitaba a toda costa que se encontrarán, pero se negaba a darse por vencido.

Por otra parte Dominic se encargaba cada día de darle una sorpresa distinta, salían de casa a varios lugares, evitaba que se mantuviera solo por mucho tiempo porque era en esos instantes que la depresión entraba en curso, lo ayudaba con sus clases por Internet, no volvió más a pisar aquel colegio, el no tener una red social ayudó en que el video no lo afectará de otro modo, Dominic lo vio detalladamente, el morbo se apoderó de él, le era inevitable verlo solo con ojos de ayuda, todo iba medianamente bien, excepto los acercamientos de Dominic, Dario los rechazaba por completo, cambiaba de tema o simplemente iba por algo, Dom entendía la situación, pero se estaba cansando.

-Darío, mira lo que te traje – dijo Dom mostrándole una caja de chocolates

-Gracias, donde los encontraste, mam… Margot solía traerlos de Italia, me traen tan buenos recuerdos, muchas gracias – dijo abrazándolo, la nostalgia volvía a él

-¿Hablaste con ella luego de lo que pasó? – preguntó acariciándolo contra su pecho

-No, fue muy cruel con lo que dijo, no quiero verla nunca más, me desecho, no le importo nada… siempre creí que me rechazaba por mi forma de ser, pero no, era porque no soy su hijo. Por eso me trataba así

-¿Así como? También te golpeaba

-No, jamás lo hizo, los golpes de mi padre al final sanaron, pero las veces que ella me insultó o me dijo que era una decepción siguen intactas en mi, jamás vino a los días festivos en la escuela, para ella eran tonterías, pero para mi no. La necesitaba pero ella jamas lo hizo – concluyó aferrándose más a la camisa del mayor – Si mi mamá estuviera viva, no me cansaría de buscarla y preguntarle que fue lo que pasó, porque no entiendo nada

Dominic escuchaba atento, dudaba que fuera verdad que Beatriz estuviera muerta, pensaba en que Javier se lo dijo para que no hiciera preguntas, el sabía como se suscitaron las cosas pero no era quien para contárselo

-Tranquilo cariño, Javier en algún momento te dirá la verdad, esta confundido también, se le hace extraño que seas su hijo, pero las pruebas no mienten – respondió tratando de calmarlo – Dario, mi niño, te amo tanto, me duele que estés así

-Como puedes amarme después de todo lo que pasó, mereces alguien mejor que yo, soy un desastre – exclamó elevando el rostro para verlo

-Claro que no, no me interesa lo que ese imbécil te hizo, no vale la pena mencionarlo siquiera, quiero que aceptes ser mi novio, Javier no tiene porque saberlo, dime, ¿quieres?

ALMAS OSCURAS / Nuestro eterno sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora