CAPÍTULO IX / Ian, un sueño profundo

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-Mañana sabremos si ese hijo de puta te contagió algo!! – gritaba iracundo Alejandro mientras Ian estaba como una estatua al borde de la cama con la vista baja, tenia los ojos llenos de lagrimas y el corazón roto en mil pedazos

-En que idioma te digo que no me acosté con el y-yo, yo te amo a ti te lo he demostrado de una y mil formas por que dud... – se detuvo al ver que Alejandro alistaba su mano para darle un bofetón, el menor que ya lo veía venir se quedó quieto para recibirlo como otras ocasiones, el sabía que aunque no mentía lo merecía o eso le hizo creer Alejandro, que siempre era su culpa.

Ian Donaire era un año menor que Alejandro, poseía una contextura delgada, tez blanca pasando a lo pálido, sus hermosos ojos azules no reflejaban nada, su mirada vacía tan perdida, daban la sensación de que el menor estaba muerto en vida, no era un chico como cualquiera tenía un conflicto en su cabeza y mil cosas que nunca se atrevía a decir, era tímido, callado, reservado y temeroso todo eso se debía al constante rechazo que recibía por parte de su padre, este se encargaba a diario de recordarle que la muerte de su madre fue por culpa suya, ya que el día del parto les dieron a elegir a sus padres quien iba a vivir si él o su madre por que salvarles la vida a ambos era casi imposible por la anemia crónica que presentaba Oriana, su padre como era obvio prefirió una y mil veces la vida de su amada a la de un hijo que ni siquiera conocía, pero ella más que nada en el mundo quería que aquel bebé naciera a costa de cualquier cosa, la debilidad de su cuerpo no le permitía en el caso de perder a Ian tener otro bebé, las esperanzas eran pocas y la ansiedad de tenerlo, de cumplirse así misma el sueño de dar vida era unico, sin pensarlo más no dio su brazo a torcer e hizo que su amado le apoyará en la decisión, él pasó todo el tiempo que quedaba a su lado pensando que era un error aceptar aquello, hasta que aquella fría noche de septiembre en la sala de parto #02 a hrs. 23:58 Oriana dio a luz a un bebé hermoso con los mismos ojos de su padre tan indefenso e inocente, ese día ella le dio vida a Ian y a la vez lo condenó...

Este suceso marcó de por vida al menor que desde que tenía uso de razón se mentalizo que fue su culpa. Desde sus escasos siete años Ian fue encerrado en un internado su padre lo repudiaba al extremo que no soportaba verlo, los veranos eran un suplicio para aquel chico que soportaba golpes e insultos sin razón aparente, paso su infancia y parte de su adolescencia en aquel lugar hasta que fue expulsado de ahí a sus dieciséis años ¿el motivo? Muy simple lo encontraron fumando marihuana, calmaba su ansiedad encontraba paz para olvidar aunque sea por un momento lo mierda que era su vida.

Al momento de mudarse a su nuevo "hogar” se dio cuenta que ese seria su nuevo infierno no había día en que su padre no lo golpeara o lo tratará mal, se deprimió tanto que ya estaba en un hueco del cual le era imposible salir. Entrar a un nuevo colegio no lo ayudó en mucho respecto a encontrar nuevos amigos, todos lo trataban como el rarito del salón... el chico que siempre venía golpeado, se pasaba los días sólo sin nadie con quien hablar, amaba escribir y se metía en sus letras escribiendo versos que nunca nadie quiso oír.

Conocer a Alejandro fue la pequeña esperanza que la vida le había dado, el castaño veía al chico con otros ojos, para el Ian era único, era hermoso no sentía atracción por los demás chicos... sólo por él ojiazul, de a poco se fueron conociendo, Alejandro fue notando que el menor sólo necesitaba compañía, confianza y buen trato para sentirse a gusto y soltarse del todo. Paso casi dos meses de irse tratando de a poco pero hasta el momento Ian no le había comentado de la brusca relación que tenía con su padre, siempre que traía golpes él menor inventaba que eran sus típicas caídas ya que el era muy torpe, Alejandro no se las creía del todo pero hablar de eso siempre incomodaba al muchacho poniéndolo algo nostálgico motivo por el cual el castaño se ahorraba los comentarios.

ALMAS OSCURAS / Nuestro eterno sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora