CAPÍTULO XXXII

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Había pasado un mes luego de aquel beso, la vida le sonreía cuando Dorian estaba a su lado, lleno de risas, afecto y mucho cuidado, lo contrario pasaba cuando Javier aparecía, no faltaba día en que le recordará que Dorian solo lo quería para acostarse con él, Dario tenía la duda insertada en sí mismo, pero se desvanecía al ver que en todo ese mes Dorian no tenía la más mínima intención de copular, no lo tocaba más allá de lo debido y eso hacía que de algún modo se sintiera seguro. El ver a Dom con Angel ya no le molestaba tanto, pero le era inevitable no sentirse herido por la traición a la que fue expuesto, más aún, creyendo que Dom prefierio limpiarse las manos alegando que él interpreto mal las cosas. Por otro lado Dorian sentía enamorarse más cada día, sacarle una sonrisa se convirtió en tarea de todos lo días, todo iba tan bien que ni el mismo creía que estarían a punto de ver la casa en la que vivirían el resto de sus días, juntos, si todo seguía dándose así de bien.

Solo esperaban que nada arruine esos días llenos de dicha y todo el lazo que estaban formando. Para ser tan rápido era bastante intenso.

Por otro lado Javier tras semanas de búsqueda logro dar con Beatriz que se encontraba al este de la ciudad, en un centro de rehabilitación especial recuperándose de una operación a corazón abierto. Javier al verla, no pudo evitar emocionarse, no estimo siquiera en tocar la puerta haciendola sobresaltarse

—Tus hermosos ojos grises... siguen brillando igual que antes —dijo captando toda su atención, la mujer completamente anonadada no fue capaz de articular palabra, ahí estaba el que la destrozó por completo llevándose con el parte de su vida —estuve tan cerca de ti sin darme cuenta, yo... —no concluyó la frase

—¿Que haces aquí, como me encontraste, para que vienes a buscarme? —lanzó una serie de cuestionantes, las lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas, recordar todo lo que había tenido que vivir por culpa de ese hombre la hacía estremecerse, tanto que su corazón volvía a doler más que antes

—Me costó mucho encontrarte, pase semanas buscándote, han pasado dieciséis años desde la última vez que nos vim...

—¡Dieciséis malditos años en los que viví feliz sin saber de ti, dieciséis años en los que olvidé por completo al hijo que perdí por tu maldita culpa! —grito con toda la rabia contenida

—¿Tanto me odias? Solo quería saber como estabas, si necesitabas alg... —fue interrupido una vez mas

—Lo único que necesito de ti es que te largue, que no me vuelvas a buscar en tu maldita vida, que te olvides siquiera de que existo, vete... mi hijo está por llegar, no quiero tener que darle explicaciones de quien diablos eres ¡Largate! —le tiro con la almohada que la sujetaba

—Nunca perdiste a tu hijo... estuviste tan cerca de él, como yo de ti

—¿D-de que estas hablando? —preguntó, la voz se le entrecortaba, presentía que no era una buena noticia

—El bebé que mi hermana te hizo creer que estaba muerto... esta vivo, se llama Dario, nuestro hijo... —respondió tratando de acercarse más a ella —recuerdas al chico que la policía vino a sacar de tu casa... el amigo del que llamas hijo —le soltó la noticia mientras Beatriz lo miraba estupefacta, las lágrimas caían sin cesar, no podía creer lo que estaba escuchando

—¡¡¡Estas mintiendo...!!! Yo enterre a mi bebé, le lloré por años. No tengo más hijo que Alejandro, el hijo que tu dices murió para mi, así fuera verdad no lo quiero, no me importa, fue criado por ti y por ella que son la misma escoria, yo no quiero nada tuyo, maldita la hora en nació con vida ¡largate! —Volvió a gritar creyendo que era una broma, sintiendo el corazón acelerarse, Javier no hizo más que verla con dolor sabía que Beatriz y él no tenían la culpa, mucho menos Dario.

ALMAS OSCURAS / Nuestro eterno sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora