CAPITULO XXVIII

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Dario al ver que Dorian salía furioso de su habitación fue tras él lo más rápido que pudo, cojeaba y hasta el dudaba en alcanzarlo, lo que menos quería era formar un problema.

–Dorian espera... por favor no hagas nada –pedía, pero el mayor cegado por la ira ni volteaba a verlo hasta que escucho un grito por parte de Dario que se cayo en el escalón

–Diablos... ¿Estas bien? –le tomo el pie, notando las grandes marcas que tenia en la pierna

–Si, ayudame a volver –dijo sosteniéndose de su hombro, la ira se le pasó con la preocupación, pero aún no concebía como es que Javier fuera capaz de hacerle eso a Dario

–Perdon por gritarte... pero, no entiendo como fue capaz de hacerte esto, mucho menos hoy y todavía dejarte así ¿que pasó? No logro entender nada.

–Tenia que firmar mi permiso, fui y me preguntó donde pase la noche ese día que se fue

-¿Que le dijiste?

-No le dije nada, por eso me golpeó, no quiero meterte en problemas, la imaginación de mi padre es muy grande

-No me los causarás jamás, hablaré con él, le aclarare la situación, le diré que no pudimos volver luego de cenar y nos quedamos en el hotel

-¿Hotel?

-si, no te conté pero la cadena hotelera Zulevan me pertenece, no tendrá por que molestarse, Dom debió comentarle que no llegaste y no entiendo por que lo hizo –dijo tomándole el rostro, el semblante de Dario cambió de manera notable, prefirió no decir más acerca de eso –llamaré al instructor y le diré que no iras, todos estaban alborotados, es un revuelo ese lugar

–¿Fuiste?

-Si, como vi que era tarde deduje que ya estabas ahí, perdón por no quedarme y llevarte como lo hacía, se me presento un inconveniente, no creí que tardaría tanto –dijo tomándole las manos, el arrepentimiento se veía en sus ojos

–No tienes por qué hacerlo, no fue tu culpa –respondió bajando la mirada –yo... yo no debí mentir ese día, debí hacer lo que me dijo, tu solo me ayudaste –las lágrimas mojaban la sabana, era imposible no sentir ese nudo en la garganta que se le formaba, no imaginaba que ese día acabaría de esa forma

–Nadie merece que lo golpeen, sea cual sea el motivo ¿entendiste?, bueno solo le envié un mensaje, supongo que bastará –dijo tomando el papel arrugado en el piso, lo tomo y vio que estaba firmado –¿lo firmó?

–Si, después que pasó todo, me dijo que fuera, pero mirame... no puedo ir así

–Lo siento tanto cariño –le toco el rostro, la sangre yacía seca en sus pómulos, el ojo levemente morado y su labio reventado le hacía sentir que de algún modo, era su culpa.

Llamo al entrenador, este dejó en claro que no quería ver a Dario, que era una decepcion el que haya perdido una oportunidad tan grande en un evento tan importante, el menor que oyó todo se acurruco en su sitio, le agradaba bastante ir a esas clases, sentía que si era bueno para algo, pero ahora, hasta eso se veia acabado.

Le ayudo a limpiarse las heridas y al hacerlo vio su espalda, era tan blanca, que las marcas eran más que notorias, así como también tenía marcas anteriores, recorría cada una con sus dedos Dario sentía los toques pero que podía decir, no había razón de hacerlo, todo estaba dicho.

–¿Siempre te ha golpeado? –preguntó con desconcierto

–Desde que llegué a esta casa no ha hecho más que eso –sonrió con dolor –nunca hice las cosas bien

–Y... ¿has pensado en irte de aqui?

–Siempre, pero no puedo –suspiro poniéndose una polera para evitar que excave más en sus recuerdos dolorosos –tengo dieciséis, aunque falta poco para que cumpla diecisiete, aun no seré mayor de edad

ALMAS OSCURAS / Nuestro eterno sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora