CAPÍTULO XXXXIII

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—no te vayas, no te vayas, no quiero que se vaya —se sentó mirándose al espejo, las lágrimas corrían por el temor de solo pensar que estaría a merced de Alejandro

no te hará algo que no te haya hecho antes —respondió la voz frente al espejo —que más puede hacerte, que más puede hacernos, que más pueden hacernos si ya lo han hecho todo, estas roto, maldito por dentro, en las entrañas de tu madre no creció algo concebido con amor, creciste tú, que eres el claro sinónimo del rechazo, del asco, de todo lo peor —Darío oía atento lo que su propia mente recreaba frente a él, era eso lo que sentía por si mismo, plasmado en palabras que no podía decir y en actos que jamás llegaría a realizar

—Basta, por favor... por favor —se tapó la cabeza con las manos sentía enloquecer, sentía ganas de huir de su cuerpo, de perderse en lo recóndito del bosquejo que los rodeaba, quería ser libre, vivir, respirar libertad e independencia, solo atino a gritar y golpearse la cabeza en repentinas ocasiones contra la pared, ni el sabía lo que estaba haciendo, poco o nada sentía el dolor, no tenía el control de sus movimientos, hasta que cayó en cuenta viendo el hilo de sangre caer sobre las losas blancas —quiero morirme... —fue lo único que dijo antes de quedarse dormido viendo en el espejo un reflejo que le sonreía burlon.

Dorian por otro lado llegaba al aeropuerto, el vuelo salía en 10 minutos, según él tenía el tiempo suficiente como para tomar algo y hacer el viaje más llevadero sin tener a Darío en mente, se dirigio hacia el café más cercano pero cuando estaba a punto de ordenar sintió como alguien le quitaba la carta y le plantaba una cachetada

—de todos los lugares que visite, no pensaba encontrarte aquí —los visitantes miraban de reojo aquel espectáculo mientras Dorian solo atinaba a agarrarse el pómulo —espere que me dijeras algo, que me lo contaras ¿acaso merecía enterarme de esa forma? —preguntó Angel

—vamos a otro sitio, te explicaré como paso todo —el menor asintió saliendo del lugar para luego ser dirigido por Dorian hacia un sitio más sosegado

—¿entonces?

—esperaba que jamás fueras a enterarte de lo que yo me enteré, porque en realidad, era tan atroz que no podía digerirlo

—¿por eso tenías que golpearlo de esa forma? Estaba en casa con 14 malditos días de impedimento, apenas y podía abrir el ojo, ni siquiera lograba caminar del todo bien, el solo ver su cara me hizo olvidar que lo que hizo fuera nada a comparación de lo que tu le hiciste

—tú no entiendes...

—¿que quieres que entienda? ¿Que se puede golpear a alguien de esa forma solo porque te fue infiel? ¿No crees que sería mejor dejarlo y ya?

—no —respondió en seco no tenía palabras para alegar algo contrario, el tampoco entendía cuál era el afán suyo de retenerlo a su lado

—le estas arruinando la vida por una simple tontería —fue la gota que colmo su vaso, pues no entendía la forma tan tranquila en que Ángel afrontaba aquella situación

—¿simple tontería? Te parece una tontería el engañarnos ¡el día anterior a la estupida boda ellos estaban revolcándose! Nos vieron la cara todo ese tiempo que estuvimos en esa maldita casa, nos mintieron ¿te parece eso una tontería? —increpó

—si... no puedes obligar a alguien a que te ame, quizá ellos jamás nos quisieron y esa era su forma de restregarnolos, de que te sirve golpearlo y tenerlo a tu lado para lastimarlo si nada de lo que paso va a cambiar, todo está hecho, ya pasó, como todo pasa constantemente, te atas a una mentira que ni tu mismo creés viviendo una vida que te tortura a diario, sé libre de ti, de Darío, de lo que sientes, de nada sirve hacerle daño, eso no hará que sus actos desaparezcan de nuestra memoria

ALMAS OSCURAS / Nuestro eterno sufrimiento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora