Capítulo IV

16K 1.2K 912
                                    

Capítulo IV

«Estoy en casa». «Estoy en casa, estoy en casa, estoy en casa». Era todo en lo que podía pensar Wild. Irse fue difícil. Permanecer alejado, un infierno... pero regresar... regresar le estaba costando la cordura. Con cada tramo que avanzaba hacia el territorio, su lobo se revolvía nervioso, gruñía y enseñaba los dientes ansioso. Impaciente. Ahora que sabía que estaba regresando se negaba a ser empujado de nuevo y le desgarraba por dentro.

Para cuando dejó la carretera, y tomó el camino que le llevaría por la pista forestal hasta el mirador, en su cabeza era más lobo que humano. Los pensamientos de ambos, se mezclaban hasta el punto de no poder distinguirlos. Todo era «hogar» y «manada» y «bosque, bosque, bosque»... y los vínculos que nunca se rompieron, pero hasta entonces se habían sentido débiles y frágiles, se volvieron fuertes y sólidos de nuevo, tirando del lobo, tirando de él como nunca antes lo habían hecho. Empujando y empujando porque estaba en «casa, casa, casa, casa, casa».

Les estaban esperando.

Sabía que no sería de otra manera. Allí, en el mirador, estaba el enorme lobo rojizo de Less, y a su lado, en su forma humana, estaba el Alpha. Detuvo el Jeep porque era incapaz de seguir conduciendo. «Alpha». La abrumadora energía le envolvió. Tan familiar que dolía. Tan poderosa que en su interior, el lobo temblaba, con las orejas bajas y la cola entre las patas, nervioso, ansioso, pero no asustado. Ese era su Alpha.

No había nada que Wild quisiera más en ese momento, que correr hacía él. Necesitaba que le reconociera, que le reclamara, que le hiciera sentir que era parte de su manda de nuevo. Pero no podía hacer eso. Aún no. Porque si se movía en ese momento, todo lo que había tratado de sostener, se desmoronaría. La soledad y desesperación que había tenido sobrellevar, se desbordarían y le romperían en pedazos. Así que se obligó a permanecer sentado. Respirando. Pero entonces el olor... fue demasiado, porque allí olía a casa, a hogar y a lobo. Olía a su manada. Y no pudo soportarlo más. Abrió la puerta, y antes incluso de poner un pie en la tierra, su lobo forzó el cambió. Y él se lo permitió.

Su lobo, algo más pequeño que el de Less, gris, con manchas blancas y largas patas, se sacudió el pelaje, aún temblando, a duras penas controlando el nerviosismo. Olisqueó el aire aferrándose a cada aroma familiar que recogía. El olor terroso de su Alpha era el más intenso, también estaba el de Less, y algo más lejos, el de Dom y Rolo. «Están cerca, cerca, cerca, cerca».

Su lobo gimoteó y gruñó frustrado, porque ya no olía como ellos.

Se había ido, había perdido su olor y casi no podía soportarlo. Necesitaba que los olores que habían sido suyos, se impregnaran en él de nuevo. Necesitaba que su olor se mezclara de nuevo con el de la tierra, para sentir que volvía a pertenecer a ese lugar. A su territorio. A su manada. A su Alpha. «Deprisa, deprisa, deprisa». Su lobo quería correr, quería revolcarse en la tierra, quería rozar cada árbol y piedra que encontrara en su camino, quería... más. Pero no podía. La presencia de su Alpha se lo impedía.

Así que no se movió. Su Alpha tampoco lo hizo, y se estaba perdiendo... porque si no le quería de vuelta... si había perdido su lugar en la manada... Sintió que algo en su interior se agrietaba, y allí, arrastrándose debajo de la desesperación, había algo más oscuro, primitivo. Salvaje. Y pensó que tal vez, sus ojos podrían llegar a teñirse de rojo. Entonces su Alpha dio un paso al frente, y abrió sus brazos.

—Ven, Wild.

Corrió hacía él.

En su forma de lobo, Wild le llegaba a la altura del pecho y pesaría unos buenos veinte kilos más que él, y aun así, sintió la solidez del hombre sosteniéndolo cuando saltó a sus brazos. El Alpha le estrechó con fuerza, y sintió un pulso de su energía junto a la del bosque y la magia. Eso fue todo, la desesperación y la soledad se alejaron. Las grietas en su mente se cerraron, manteniendo a esa parte maldita de su alma encerrada de nuevo.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora