Capítulo XI

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Capítulo XI

Less corría tras Alek, le seguía Dom que llevaba a Micah sobre él, y Alee cerraba el grupo. Habían dejado el bosque atrás y avanzaban a buen ritmo hacia el este. «El desfiladero». No le gustaba aquel lugar, y no había vuelto allí desde que vio a su Alpha precipitarse al vacío desde uno de los salientes, cuando la cosa que una vez fue Vaal, cargó contra él.

El desolador paisaje a su alrededor seguía tal y como lo recordaba. Rocas y tierra. No había cambiado en absoluto, casi esperaba que el bosque se hubiese cobrado venganza por lo que pasó allí, pero por supuesto no haría algo como aquello, su Alpha sobrevivió al fin y al cabo. Todos lo hicieron.

Durante la carrera hasta allí, la tarde dio paso a la noche, y en la oscuridad de un cielo sin luna, las sombras se estiraron a su alrededor cubriendo toda tierra a la vista. El desfiladero se extendía a lo largo de kilómetros de formación rocosa, ese alpha y los omega, podían estar en cualquier parte, o no estar allí en absoluto.

Había tratado de encontrar algún aroma que delatara la presencia de extraños, pero no había nada, si bien podían estar usando algo para ocultar su olor, también podía tratarse de una trampa. Y si ese era el caso, entonces estaban en el peor lugar, porque con todos los recovecos, grutas y salientes, cualquiera podría esconderse y esperar para atacarlos por la espalda.

Le dio una mirada a su Alpha. El lobo avanzaba con seguridad, pero conocía a Alek lo suficiente como para saber que no correría de forma imprudente, mucho menos con Micah allí. Llegaron a una bifurcación y tomó el camino de la izquierda, sin titubear. Sonrió para sí mismo, de eso se trataba, su Alpha sabía exactamente a dónde se dirigía.

Después de un par de giros más, el Alpha aminoró la marcha y todos lo hicieron también. Less aprovechó para olisquear el aire una vez más, pero siguió sin poder encontrar ningún rastro. Caminaron por un estrecho paso hasta llegar a un recodo que les cortaba el paso.

El lobo negro se detuvo y cambió.

—Dom, quédate atrás con Micah. —Y antes de que su omega pudiera protestar, añadió—. No sabemos si es una trampa. Este lugar es perfecto para una emboscada.

Lo era. Frente a ellos, un saliente de rocas interponiéndose en el camino, a su izquierda la pared del desfiladero, y a la derecha, una caída de más de cien metros. Se estremeció. Que su Alpha sobreviviera a aquello... sacudió la cabeza, Alek era Alek, ningún otro podría haberlo conseguido.

—... pero los omega... —insistió Micah, aunque sin mucha fuerza.

—Estarás justo detrás de nosotros. Una vez sepa las intenciones de ese alpha, y solo si no es una amenaza, podrás acercarte.

Micah pareció desinflarse un poco. Sus hombros se hundieron y su labio inferior sobresalió en un lindo puchero. Nunca había visto a Micah hacer algo así, pero por la cálida sonrisa de Alek, supo que su Alpha ya había enfrentado antes esa expresión.

—Está bien, ellos están cerca.

Less levantó la cabeza y olisqueó el aire una vez más y de nuevo, no encontró nada. Definitivamente, el alpha y los omega, estaban usando algo para pasar desapercibidos. No sabía si tomarlo como un signo de prudencia, o se trataba de un gesto malintencionado. Supuso que no lo sabría hasta que conocieran al alpha.

—¿Están bien?—preguntó Micah.

—¿No puedes saberlo?—le contestó el Alpha.

Micah frunció un poco el ceño y negó con la cabeza.

—Los espíritus dicen «omega», «casa» y algo que suena a «cuida» o «huida»... y no puedo saber como se sienten porque no tengo un lazo con ellos... pero tú sí puedes sentir a sus lobos. Por favor Alek.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora