Capítulo XXV

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Capítulo XXV

Nai se se removió incómodo en la silla, mientras veía a Wild caminar de un lado para otro en la cocina de la casa del Valle. No le gustaba su ceño cada vez más fruncido, tampoco la forma en que su mandíbula se estaba tensando, o sus labios formaban una apretada línea. Estaba enfadado, y eso hacía que su estómago se retorciera. No había tenido oportunidad de estar a solas con él, así que en lugar de explicarle lo que había pasado con... esa cosa en su interior y Alek, dejó que Dom le pusiera al día con lo que había pasado con las omega... y hasta un ciego podría ver, que no le gustaba lo que estaba oyendo.

—Déjame ver si lo he entendido bien. —dijo sonando más enfadado de lo que recordaba haberlo oído nunca—. ¿Ellas creen que los hijos de la Madre son los culpables de que aún carguemos con la maldición, y que es su deber liberarnos de su malvada existencia?

—Y guiar a los que merecen ser salvados. —añadió el ejecutor—. Por eso fueron bendecidas con ese... don.

Nai se erizó cuando el gruñido bajo y peligroso de Wild se hizo eco entre las paredes de la cocina. No, ese sonido tampoco le gustaba, pero lo peor de todo, era la oscuridad que comenzaba a arremolinarse a su alrededor. Espesa, fría, hambrienta. Distraído como estaba tratando de empujarla lo más lejos posible, el estallido de Wild le pilló por sorpresa.

—¡Todo eso es mentira! Todo este tiempo han estado aprovechándose de nosotros, empujando esas ideas mezquinas en nuestras cabezas... Pensé que tal vez habría alguna buena, pero veo que me equivocaba. ¡Son unas manipuladoras! ¡Todas ellas!

Bueno, no era como si no tuviese razón, pero algo no se sentía bien. Wild no era... así. Y cuanto más se enfadaba, más oscuridad se reunía a su alrededor, y era mucha. Demasiada. Por más que Wild odiara a las omega, no era posible que toda esa negrura fuese suya... así que definitivamente, allí estaba pasando algo, y no tenía ninguna duda de quién era el responsable.

Buscó en su interior, sabía que esa cosa estaba despierta, lo había estado desde que le devolvió el control después de mostrarse ante Alek. Y aunque lo último que quería, era tener algún tipo de comunicación con él, si era por Wild... entonces estaba dispuesto a cualquier cosa.

«Déjalo en paz, ¿me oyes? Él está fuera de los límites, no permitiré que le toques».

Sin embargo, no obtuvo respuesta.

—¡Nai! —gritó Wild haciendo que se sobresaltara—.¿Por qué estás tan tranquilo? ¡Tú mejor que nadie sabe que todo lo que han dicho es basura!

Se pasó la lengua por los labios, su boca se sentía seca. En realidad no estaba tranquilo en absoluto. No con la oscuridad cerniéndose sobre Wild. ¿Dónde estaban esas molestas bolas de luz cuando se les necesitaba? No había visto a ninguna de ellas en el valle, solo los tres espíritus de Wild estaban allí, pero tal y como estaban las cosas... no iban a ser suficiente.

—Bueno, sé eso. —dijo con cuidado de no alterar más al hombre enfadado.

—¡¿Y ya está?!—gruñó de nuevo, y como si de pronto se le hubiese ocurrido algo levantó la cabeza olfateando—. ¿Dónde están?

—En el sótano. —contestó Dom—. Cuando Alek regrese veremos que hacer con ellas.

La oscuridad latió, y Wild volvió a gruñir. Nai frunció el ceño. No le gustaba eso, era casi como si... Wild estuviese reaccionando a ella.

—Solo hay una cosa que se puede hacer con ese par.

Nai contuvo la respiración. Wild no acababa de sugerir lo que creía. Miró a Dom, y se horrorizó cuando encontró la misma promesa de muerte en sus ojos. Volvió a pasarse la lengua por los labios, ellos... ¿querían matarlas? No. Eso era lo que quería la Oscuridad, y no dejaría que los empujara de ninguna manera.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora