Capítulo XXII

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Capítulo XXII

Less dejó la taza sobre la mesa de la cocina, y tomó una inhalación profunda. Los olores familiares eran fuertes allí, y antes de darse cuenta estaba sonriendo. Era bueno estar en casa.

Era muy temprano, tanto que ni siquiera Cam se había levantado aún, así que era una de esas raras ocasiones en las que tenía la cocina solo para él. Y aunque era agradable, no podía esperar a que los sonidos y las voces llenaran el silencio. Había echado de menos estar en casa. Incluso con esa loca conversación sobre las omega y las palabras, o con Cala enfurruñada con Nai por guardar secretos, o su Alpha gruñendo a todo el que se acercaba demasiado a Micah... los había echado de menos.

La manada de Yerik era... distante. No eran familia. Y lo entendía. Un puñado de ellos eran miembros de la ex-manada Nera que habían decidido seguir a su Alpha, y el resto eran supervivientes que se les habían unido por el camino. No se conocían... pero tenía la impresión que tampoco querían hacerlo. O tal vez se equivocaba y lo único que necesitaban era a un buen Alpha que los uniera.

Pasó una mano por la madera envejecida de la mesa. Estaba en casa. Lo que pasara en la manada del Valle no era de su incumbencia, pero... un poco sí lo era, sobre todo después de lo que dijo Alek durante la cena.

Había pasado buena parte de la noche tratando de recordar si había notado algo inusual en las omega. Solo había pasado unos días en el Valle, y a decir verdad, estuvo demasiado ocupado trabajando con Liam, organizando grupos de caza, o distribuyendo tareas, como para tener tiempo de conocerlas, aunque eso... no era del todo cierto. Ahora que lo pensaba, en ningún momento sintió la necesidad de acercarse a ellas. Y eso por sí solo... era bastante extraño.

Es decir, incluso cuando no era su manada, sus instintos, y más él, siendo Beta, le empujaban a asegurar el bienestar de todos, sobre todo el de los más vulnerables. De hecho, tuvo un momento difícil intentando acercarse a los gamma sin que se encogieran de miedo ante su presencia... pero al final lo logró, incluso llegó a pasar algo de tiempo con los niños. Sin embargo, no fue así con las omega. Ni él ni su lobo, sintieron ese tirón por acomodarlas o reconfortarlas de alguna forma... es más, el solo imaginarlo le estaba molestando.

Por supuesto las recordaba. Lila era joven, alrededor de su veintena, por el contrario Ana era mayor, debía rondar los cincuenta. Las dos eran supervivientes de diferentes manadas que se unieron a Greg cuando el Alpha las encontró. Pensó que era un alivio que no fuesen parte de la manada Nera, aunque ahora... ya no sabía qué pensar.

Suspiró y le dio otro sorbo a su café. Si tuviese que describirlas en una palabra, seguramente sería «correctas». Es decir, eran como se supone deben ser las omega. Amables, tranquilas, serviciales... nada en ellas hacía pensar que tuviesen una habilidad tan peligrosa... pero no solo ellas, ninguna de las omega que había conocido a lo largo de su vida, a excepción de Shia, le había hecho desconfiar ni por un segundo de su naturaleza conciliadora, así que... ¿significaba que habían sido completamente engañados? De alguna manera no podía creer eso. No dudaba de las palabras de Alek, pero tampoco podía aceptar a la ligera que todas las omegas fuesen... taimadas manipuladoras.

La puerta del patio se abrió, y un adormilado Clam asomó la cabeza. El omega se detuvo a medio entrar, sin duda sorprendido por verle allí. Tenía la nariz roja por el frío y algunos copos de nieve habían quedado atrapados en su pelo desordenado.

—Buenos días. — dijo aún desde la puerta.

—Buenos días. —le contestó al omega, y luego para animarle a entrar—. ¿Quieres una taza de café? No es tan bueno como el que hace Cam, pero está caliente.

—Yo... Cam me pidió que viniese temprano para empezar con el desayuno en su lugar. —dijo y se mordió el labio—. Siento haber llegado tarde.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora