Capítulo XVIII

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 Capítulo XVIII

Yerik gruñó y le enseñó los dientes al otro lobo. El alpha era uno de los ejecutores de Greg, podía no ser el mejor de los luchadores, pero era despiadado, y él aún no se había recuperado por completo, de las heridas causadas durante el desafío contra el otro Alpha.

El lobo blanco agachó la cabeza, y sus ojos verdes se oscurecieron un momento antes de abalanzarse sobre él. En su actual estado, no iba a ser capaz de esquivarlo, así que lo tomó de frente. Chocaron, y la violencia se desató en un instante. Colmillos, garras, gruñidos y mordiscos, los dos rodaron por el suelo tratando de ganarle la posición al otro, para lanzar el ataque final. No podía permitir que el ejecutor acaba con él.

Algo afilado rasgó su costado, y sintió su propia sangre espesa empapar su pelaje. El dolor se abrió paso atravesándolo como un relámpago, y demasiado tarde, se dio cuenta que su garganta estaba expuesta. «¿Voy a morir aquí?». Un gemido atrajo su atención, los lobos de Greg se habían abierto paso a través de los suyos, y avanzaban hacía los gamma, que a pesar de estar aterrorizados, seguían arremolinándose alrededor de los niños y las omega, como última defensa para protegerlos. ¿De verdad iba a morir ahí? «No». Hizo acopio de las fuerzas que pudo reunir, y se revolvió clavando sus garras en el cuerpo masivo del lobo sobre él.

El ejecutor se desestabilizó por un momento, pero fue suficiente para lanzar una dentellada que rasgó un lado de su cara. El lobo blanco retrocedió sacudiendo la cabeza, y él aprovechó para ponerse sobre sus patas, debía aguantar, si el Alpha Alek no le mintió... entonces solo debía mantenerse en pie hasta que llegara.

Logró echar un vistazo a su alrededor, su ejecutor Liam, y los pocos betas que aún seguían en pie, trataban de presentar batalla, pero no pintaba bien. No lo hacía en absoluto. Los superaban en número, y en fuerza de ataque. Su atención regresó al lobo blanco justo a tiempo para verle saltar contra él. No soportaría otro choque con el lobo. Trató de esquivar el ataque, pero su pata trasera le falló, y cayó al suelo.

«No otra vez». Intentó ponerse en pie, pero los colmillos hundiéndose en su nuca le inmovilizaron. «Ya está», pensó, iba a morir, pero el ejecutor le liberó y retrocedió. Le vio lamerse el hocico como si el desgraciado disfrutara del sabor de su sangre, y entonces lo entendió. No iba a matarlo, no de una forma rápida por lo menos. Estaba jugando con él. Alargando su agonía. Eso explicaba porque seguía con vida.

Levantó la cabeza agotado, y miró a Greg. El Alpha estaba junto a su Beta Nico, ninguno de los dos había tomado parte en la pelea. No hacía falta. Jerome también estaba allí, y a juzgar por la sonrisa divertida en su cara, estaba disfrutando del espectáculo.

Gruñó, pero esa vez fue más para sí mismo que para el lobo frente a él. Sabía que dejar la manada Nera tendría consecuencias, pero no había esperado que ese malnacido de Greg, aprovechara la conmoción para desafiarlo. Claro, debería haberlo visto venir, el otro Alpha le odió desde el momento que sus caminos se cruzaron. Nunca ocultó su desagrado por él, pero había que reconocerle el crédito por esperar al momento perfecto para atacar su cuello.

Cuando anunció que todo el que renunciara al Templo podía seguirle a las tierras del Alpha Alek, fue el primero en alzar su voz y llamarlo traidor, como si él tuviese algún tipo de apego por la Diosa. Pero esa fue la chispa que prendió el fuego de los seguidores... no, fanáticos, eso es lo que eran.

«—¿Renunciar a la voluntad de la Diosa?

No, no de la Diosa, el Templo.

¿Acaso no es lo mismo?

No, no lo es, si...

Un Alpha sin honor que atacó a su propia Omega, no camina bajo los ojos de la Diosa, y se atreve a decirnos, a nosotros, que abandonemos la senda de la fe.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora