Alek & Micah

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Extra

Alek & Micah.

Alek equilibró la bandeja con una mano, mientras abría la puerta de la habitación con la otra. Tomó una inhalación profunda, y dejó que el aroma de Micah le envolviera. Se había vuelto más intenso desde que se quedó embarazado. No era tan evidente como para que otros lo notaran en espacios abiertos, pero allí, en su habitación... era increíble.

—Micah. —llamó, y el pequeño bulto debajo de las mantas se movió. Sonrió, y dejó la bandeja con el desayuno sobre la mesilla de noche al lado de la cama—. ¿Te has vuelto a dormir, pequeño?

—No. —le contestó, pero sonaba adormilado.

El estómago de Micah volvió a sonar, y el omega gruñó enfurruñado. Amaba ese sonido. Micah era lindo incluso cuando estaba molesto, pero se contuvo de decirle aquello. Al final, el hambre pudo más que el sueño, porque Micah asomó la cabeza olisqueando la comida.

—Tienes hambre.

Micah asintió y se frotó la cara con las manos. El pelo desordenado caía sobre sus hombros, y sus dedos picaron por acariciarlo.

—Huele muy bien.—le dijo aún sonando somnoliento.

«No tan bien como tú», pensó, aunque no lo dijo en voz alta, eso solo avergonzaría a su pequeño omega, y aunque amaba el rubor en sus mejillas, el instinto de proveer de alimentos a su compañero, era más fuerte que el de satisfacer su placer. Apartó las mantas y se metió en la cama apoyando la espalda en el amplio cabecero. Micah se pegó a su lado como siempre hacía, y disfrutó de la sensación del cuerpo más pequeño y cálido, amoldándose a él. Cogió la bandeja y la colocó sobre sus piernas.

—¿Dejarás que te alimente?

—Puedo... hacerlo yo. —le oyó murmurar.

—Sé que puedes. —dijo, y cortó una rebanada del esponjoso pan de brioche—. ¿Quieres un poco de mermelada en él?—preguntó, pero ya tenía el tarro abierto listo para untar la rebanada—. Es de fresa.

Micah asintió, y aceptó cada bocado que le ofreció. Poder alimentarle de esa forma, apaciguaba todos y cada uno de los instintos posesivos en su interior. Sospechaba que Micah lo sabía y por eso le consentía. Lo amaba por eso. Cuando sintió que otro bocado no sería bienvenido, apartó la bandeja y subió a Micah a su regazo. Besó sus labios, y su compañero se abrió para él. Saboreó las fresas y el dulzor del pan, pero debajo encontró es sabor inconfundible de su compañero.

Rompió el beso y se apartó disfrutando de la mirada un poco perdida de Micah. Lamió sus labios rojos por el uso, y mordisqueó su mejilla sonrosada hasta que su pequeño omega se retorció sobre él.

—Toma tu té, voy a preparar la bañera.

Micah levantó la cabeza y le miró expectante.

—¿Lo decías en serio?

—Por supuesto, te he alimentado, y ahora te daré un baño.—se acercó hasta hablarle al oído—. Y luego planeo ensuciarte tanto, que tendrás que tomar otro.

Oyó a su omega gemir bajito, y vio sus ojos verdes oscurecerse como siempre hacían cuando se excitaba. Podía notar la dura erección entre ellos, y si no deseara tanto mimar a su compañero, le tomaría allí mismo. Pero quería hacerlo. Quería ser cuidadoso, no porque pensara que Micah era frágil, sino porque simplemente era suyo para cuidarlo. «». Hermoso y suyo.

🐺

Micah se estremeció, a veces aún no sabía cómo manejar todo ese deseo desbordándose en su interior. Ni siquiera sabía si el sentimiento era de Alek derramándose a través del lazo, o suyo. Pero no importaba. Lo único que sabía, era que lo tomaría, y se lo daría todo de vuelta.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora