Capítulo VIII
Alee no acababa de librarse de la molesta sensación sobre Less, no quería darle mayor importancia, pero tampoco podía ignorala del todo. Mucho menos cuando su Beta se tomó más tiempo del necesario en su recorrido por el pueblo. Había estado allí solo una vez antes, no le gustó entonces y no le gustaba ahora. Aunque tampoco podía decir que era el peor pueblo en el que había estado, al menos allí, el aire no estaba atestado de contaminación y podredumbre. Claro que ese no era el principal problema, los humanos lo eran. Demasiado ruidosos, demasiado curiosos. En el momento que bajó de la furgoneta, sintió unos cuantos ojos sobre él, y su lobo se revolvió inquieto.
Con disimulo olisqueó a su alrededor, vio a Less hacer lo mismo, la diferencia, era que él se sintió aliviado cuando no recogió el olor de otros cambiaformas cerca, y su Beta pareció... molesto. Alejó una vez más el pensamiento, pero hizo una nota mental para hablar con Micah sobre todo aquello. No, espera, debía hablar con su Alpha. Negó con la cabeza un poco confundido, suspiró y miró a su alrededor, solo entonces se dio cuenta de dónde estaban.
—¿No íbamos a la oficina de correos?—preguntó al encontrarse en medio de un amplio aparcamiento.
—Sí, pero antes conseguiremos algunas cosas aquí.—dijo señalando un edificio de aspecto ruinoso.
«Almacén Santoro», el nombre le resultaba vagamente familiar, pero no conseguía ubicar sus memorias. Siguió a su Beta hasta las puertas que se deslizaron de forma automática para dejarles entrar. En el momento que puso un pie en aquel lugar, un mar de olores golpeó su nariz haciendo que su lobo aullara en su cabeza. Less rió a su lado.
—Un aviso hubiese estado bien. —dijo conteniendo el impulso de tapar su nariz con las manos.
—¿Y ahorrarte la experiencia?—Less negó con la cabeza—. Si nos dividiéramos acabaríamos antes, pero creo que podría perderte aquí dentro. —sonrió—. Nos tomará más tiempo, pero iremos juntos, esta tienda es... diferente.
Alee miró a su alrededor. Era grande, pasillos estrechos y llenos de todo tipo de productos. Frunció el ceño, ¿eso eran trampas para oso? ¿Y por qué estaban junto a los peluches? Entonces recordó a Dom quejarse de aquel lugar. «Un sinsentido», eso dijo. Ahora lo entendía.
Siguió a Less cuando fue a buscar un carrito de compra, y casi tropieza con un tipo, que prácticamente corría hacía la puerta. Miró a Less, que se limitó a encogerse de hombros. Una señora y dos tipos más, pasaron por su lado a paso ligero.
—¿Pero qué...?
—No te preocupes, siempre hacen lo mismo... más o menos. Suelen ser más discretos, pero supongo que no nos esperaban tan pronto.
Alee parpadeó desconcertado, «¿en serio?», pero recordó que había un rumor sobre ellos en el pueblo, siendo miembros de una secta, y sintió calor subir a sus mejillas.
—Solo ignóralos. Toma—dijo Less tendiéndole una hoja de papel—. No tengo ni idea de dónde están las cosas, así que caminaremos alrededor y si encuentras algo de la lista, cógelo. ¿Entendido?
—Sí. —dijo echándole un vistazo rápido a la lista, luego miró a los pasillos atestados sin ningún orden aparente y suspiró. Aquello les iba a llevar un buen rato.
Casi dos horas más tarde, habían conseguido reunir todo lo que necesitaban, más un par de cosas que les habían parecido necesarias. Su nariz se sentía como si la hubieran masticado, y la cabeza empezaba a doler, pero se sentía extrañamente satisfecho por haber conseguido sobrevivir a la compra en aquel almacén. Caminó junto a Less hasta la caja registradora, un poco curioso por ver a la mente criminal culpable de idear aquel caos y... se sintió un poco decepcionado.
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Manada; Guardianes del Bosque.
WerewolfMicah ha encontrado un hogar junto a su compañero en la Manada del Bosque, justo cuando por fin siente que puede ser feliz, y disfrutar del regalo de vida creciendo en su interior, la sombra de una gran guerra, amenaza con destruir a su familia y el...