Capítulo VII

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Capítulo VII

Micah despertó envuelto en algo cálido y suave. Parpadeó un poco somnoliento, tratando de acostumbrarse a la luz que entraba por la ventana. Se estiró para desentumecer los músculos y un húmedo hocico se metió en su cuello respirándolo. Sonrió perezoso y estiró la mano para acariciar al enorme lobo negro que le envolvía por completo.

—Alek.—susurró.

El lobo se apartó solo para lamer su cara, su cuello, sus brazos... Micah se rió y trató de alejarse todo lo que pudo.

—Para... me estás llenando de baba.

El lobo resopló y volvió a respirarlo tomando su olor. «Alpha tonto». No era la primera vez que despertaba y Alek estaba en su forma de lobo. Era tan grande que no cabía en la cama, así que cuando cambiaba, dormían en el suelo. Lejos de ser molesto, su Alpha se aseguraba de mantenerle cómodo y cálido, arropado con su pelaje. Le gustaba. Le hacía sentir a salvo. Nadie se atrevería a hacerle daño, si un lobo como el de Alek estaba allí para protegerle... y ese, era probablemente, el motivo por el que su compañero lo hacía.

Suspiró feliz y se apretó contra el cuerpo sólido del lobo. Madera y bosque, tierra y otoño, tormenta y lobo. Olía tan bien, que lo único que quería era quedarse allí disfrutando de su compañero, se quejó, sabía que los dos tenían cosas que hacer, pero aun así, se resistió a moverse.

Acarició perezoso el pelaje del lobo y frotó su cara sobre él, ganándose un pequeño gruñido. Volvió a reír y cientos de mariposas aletearon en su estómago. «Esto tiene que ser la felicidad». Sí, por lo menos para él. Su compañero, su hogar, su familia. No se atrevería a pedir más, y sin embargo lo había. «Mi hijo». Acarició su vientre y el lobo levantó la cabeza. Atento. Siempre hacía aquello. Ni siquiera era evidente aún, pero Alek era incapaz de no mirarle cuando tocaba su pequeña barriga, se preguntaba cómo sería cuando de verdad se notara. Alek iba a volverse loco. De pronto se sintió avergonzado, escondió la cabeza el pelaje del lobo y se abrazó a él con fuerza.

🐺

Alek sintió su corazón llenarse hasta desbordarse por cuánto quería a Micah. Su pequeño omega valiente. Su compañero. Había tenido una mala noche. Se despertó cuando le oyó llorar. Estaba tan profundamente dormido que no pudo despertarlo, pero no iba a dejar que sufriera, ni que fuera por un mal sueño. Así que cambió y se enroscó a su alrededor. Eso siempre parecía calmarle. Micah se sentía seguro con su lobo, y él haría lo que fuera, para que su compañero estuviera feliz.

La verdad es que llevaba despierto un buen rato, ver a su compañero dormir, tranquilo y suave sobre él, colmaba sus instintos de una forma tan abrumadora, que no podía imaginar querer nada más. Solo quedarse con Micah en la habitación, y que nadie les molestara. Su omega estaba pasando demasiado tiempo con los otros... resopló bajito, le gustaría decir que ese era su lobo siendo posesivo, pero eso no era del todo cierto. En realidad, se trataba él siendo egoísta.

Empezó cuando supo con seguridad que Micah estaba embarazado. Lo primero que hizo fue advertir a todos que no quería que nadie entrara en su habitación. Se dijo que solo estaba siendo territorial, pero la verdad era, que allí solo olía a ellos dos, y quería que permaneciera así. En el resto de la casa y en el bosque, su territorio, el olor de todos se mezclaba, y era correcto. Eran manada. Así es como debía ser, pero allí, en su dormitorio, no quería el olor de nadie más. Solo Micah y él.

Gruñó satisfecho, cuando Micah se abrazó a él y se frotó dejando su olor sobre su pelaje. Su compañero estaba remoloneando, parecía que tampoco quería levantarse aún, y estaba bien, quería que descansara, hasta que oyó el sonido de su tripas rugiendo con fuerza. Ladeó la cabeza. Comer también era importante. Cambió.

Manada; Guardianes del Bosque.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora